Páginas

miércoles, 11 de julio de 2012

51.- Algo huele a podrido en la Linea 5. Capítulo 2


Antes de seguir adelante, debo decir que algunos pasajes de esta novela para adultos pueden herir la sensibilidad de algunos lectores adultos sensibles (o sensibleros) (o tiquismiquis) Así que es mi obligación advertirlo previamente.También quiero dejar claro que los hechos que narra son ficticios, y que cualquier parecido con la realidad tan solo sería pura coincidencia (je je). Para finalizar quiero agradecer encarecidamente el interés que suscitó el primer capítulo y confiar en que los siguientes mantengan el listón igual de alto. ¡¡Pues hala, hala, al turrón!!...


Capítulo 2


Puissy


     Es posible que suene un tanto decepcionante, pero lo que me había parecido una detonación de un calibre 22 corto, no fue sino la explosión de un enorme petardo que el cabrón del hijo del vecino había tirado por el resquicio de la puerta tras la visita de la enfermera mollar; y mi pérdida de consciencia, el resultado del impacto frontal de mis “güitos” contra la angulosa esquina del escritorio al girarme bruscamente. Volví a jurarme a mí mismo retirar el letrero de la puerta que reza “Pase sin llamar” y cambiarlo por otro que diga, en el más puro “caló”: “El ke pase esta puelta y llo lo pille en dentro seba arrepentir de abernacio yjo de puta el que entre y maricona. Me cago en sus mueltos pisoteaos
     Tras el momentáneo desmayo pude ver entre lágrimas a una morenaza de rompe y rasga arreándole un tremendo pescozón al travieso niñato de ocho años, que no contento con perpetrar la trastada del petardo, intentaba levantar la falda de la recién llegada para verle las tangas. El “niñardo” de las narices salió corriendo a chivarse a su hermano mayor, como siempre, y a recibir otra colleja de propina, como casi siempre.
     Me incorporé como pude, retorcido de dolor y frotándome los atributos viriles a dos manos. Me fijé en que la “mamuasel” se fijaba a su vez en mi poco sutil masajeo. Una pícara sonrisa se dibujó en unos morritos carnosos y besables al 250% mientras exclamaba:
- Me alegra ver que le causo tan buena impresión, señor Drake, pero debería intentar controlar sus instintos primarios, al menos hasta la segunda cita.
     Aparté avergonzado mis zarpas de la entrepierna y debí contestar algo ocurrente en un tono atiplado y tan agudo como el chillido de una rata, pero no trascendió. Mientras reponía lentamente mis constantes vitales, observé que llevaba la recién llegada un vestido muy “Cool”, de corte “Baby Doll” tipo “Celebrities”, una prenda “It” muy llevable e incluso “ponible” a cualquier hora del día. Podría decirse, sin temor a equívocos, que su “look casual fashion Super Chic” de la muerte estaba integrado de lleno en el “Street Style” que tanto se lleva esta primavera.
     Se extrañarán vuecelencias del porqué controlo tanto de esos ridículos epítetos anglófilos que describen un simple trapo de mercadillo, pero un servidor no tiene la culpa de que en las puñeteras peluquerías “unisex” solo compren el “Telva” o el “Cosmopolitan” y tarden una eternidad en hacerle unas mechas a una panda viejas que más que un avío, necesitan un remoce. Unisex... ¿De qué? ¿Y el “Marca” o el “As”? ¡Pero cooooño!

     A lo que íbamos… Estábamos en que la indumentaria de la chica marcaba tendencia, igual que don Anselmo, mi vecino venoso del piso de abajo, que una vez recuperado del duro golpe contra el mobiliario, marcaba tendencia a reventar los botones de la bragueta del pantalón. ¡Pues no estaba buena ni nada, la amiga!
     Su aspecto semejaba al de una libanesa de esas que bailan la danza de la barriguita en los bares para turistas de El Cairo. Guapa, morenaza de ojos verdes y pelo ensortijado, labios gordotes y carnosos, tez morena, formas muy marcadas, pechos ni grandes ni pequeños sino todo lo contrario; tenía las piernas bien definidas (sobre todo por la palabra “macizas”) y recordaban a las gruesas columnas del templo de “Belfos”. Poseía la dama un hermoso culo formado por dos majestuosas nalgas que parecían dos planetas gigantes escapados de sus respectivas órbitas entrando en colisión. Las dos semiesferas carnosonas de la semidiosa que tenía frente a mí debían de tener campo gravitatorio propio, ya que al menos mis poco disimuladas miradas y mis manos se sentían irresistiblemente atraídas por su masa y densidad, que así, a grosso modo, y por lo que se podía deducir dado lo ajustado de su vaporosa y escueta falda, parecían considerables.
     La chica tenía un puntito morboso que me excitaba sobremanera (o sobre cualquier otro tipo de superficie) y sus palabras me sacaron de mi ensoñación erótico festiva.
- Buenas tardes, señor Drake. Mi nombre es Puissy Dove y tengo un trabajo para usted.
     Se sentó sin haber sido invitada y una vez aposentados los reales, cruzó las piernas con parsimonia, acto éste que evidenció que el imbécil del hijo del vecino no hubiera podido, de ninguna de las maneras, verle las tangas, ya que no llevaba.
- Pues usted dirá, señorita Dove, soy todo oídos - me senté y me dediqué a ordenar la mesa mientras la escuchaba, intentando  ante todo tapar con papeles las revistas porno abiertas de par en par, que decían muy poco a favor de la calidad de mis lecturas en particular y de mi vida sexual en general. Debería comprar algunos números del “Telva” o del “Cosmopolitan”, pensé, para dar un toque más “Unisex” al despacho.
     La señorita Dove sacó de su bolso una fotografía, en realidad una impresión láser en papel cutre, y me la pasó. Desde el folio, una mujer de mediana edad y cara anodina me miraba tras sus gafotas de culo de botella.
- Keytee Fodgen.
- Bueno, señorita, tampoco hace falta ponerse borde.
- Es su nombre. Keytee Fodgen. Es amiga mía desde el colegio. Solemos vernos de vez en cuando, quedamos a comer o vamos de compras y nos contamos mutuamente cómo nos va la vida. Llevo dos meses intentando contactar con ella, pero no contesta a mis llamadas. Tampoco ha aparecido por su casa, aunque su coche sigue aparcado allí. Es muy extraño.
- No tanto – comenté - ¿Se le ha ocurrido pensar que tal vez esté de viaje?
- No creo, hubiera avisado… aunque quizás… - Dejó la frase tan colgando como las glándulas mamarias de una yanomami del Orinoco, se quedó pensando unos instantes y continuó – ...quizás tuviera que salir apresuradamente por algún motivo. Eso es lo que quiero que averigüe, señor Drake. Necesito saber el paradero de mi amiga, estoy muy preocupada.
    Me quedé unos instantes en silencio, para hacerme el interesante, como si estuviera pensando en el caso en lugar de en sus muslos. Luego dije:
- Bien, aunque ahora estoy un poco liado creo que podré ocuparme del caso.
     Le estaba mintiendo como un bellaco, mi último trabajo se remontaba unos meses atrás, cuando secuestré el caniche de una millonaria y esperé a que la señora ofreciera una recompensa.
- ¿Conoce mis honorarios? – inquirí.
- No tengo el placer, pero seguro que llegaremos a un acuerdo – contestó, haciéndose la “longui” – usted comience la investigación y manténgame informada – abrió de nuevo el bolso y revolvió en su interior, sacó una tarjeta medio arrugada y me la entregó. Sin más se levantó de la silla y enfiló hacia la puerta.
- Adiós, señor Drake, estaremos en contacto.

     La puerta se cerró tras ella y coloqué una silla contra el pomo para evitar contratiempos. Ya había tenido suficiente por una tarde: un majara con ínfulas literarias, una enfermera mollar, el “tontolhaba” del hijo del vecino y aquel monumento a la voluptuosidad que mentía casi tanto como hablaba. Me recosté en la butaca, puse los pies encima de la mesa y encendí un “camel” sin filtro.
     ¿Por quién me tomaba la tipa esta? ¿Por un aficionado? Era evidente que no era amiga de Keytee Fodgen. ¿Una foto de carnet ampliada e impresa en papel es el único documento gráfico que posee de su amiga? Había algo raro en todo aquel asunto. Tal vez pareciera un caso de los del montón, pero cuando Puissy revolvió en el interior de su bolso para buscar la tarjeta pude atisbar durante un momento una magnum del 22 corto, y eso, amigo, hace todo esto mucho más sospechoso e interesante.
- Ahora sí - dije mirando receloso hacia la entrada - ¡Que comience el juego!


© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2012

1 comentario: