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lunes, 11 de noviembre de 2013

228.- Las mil y una noches: Cuestión de cuernos

ATCHUNG... ATENCIÓN... WARNING: El presente "post" contiene imágenes de tetas y pollas que
quizás ofendan a los que se ofenden cuando ven tetas y pollas. En el texto también pueden leerse verbos
del tipo "Frungir" o "Departir", por lo que avisados quedáis.
"The Lover of Beirut" Anouar Brahem Trío. 
Del  Disco "The Astounding eyes of Rita"

"Has de saber, ¡Oh Príncipe! -pero Alah es más sabio, más prudente, más poderoso, más benéfico y además la tiene más gorda- que en lo que transcurrió en la antigüedad del tiempo y en lo pasado de la edad, hubo un rey entre los reyes de Sassan, en las islas de la India y de la China…"

Así empieza una de las más famosas recopilaciones de cuentos de la humanidad, un escrito persa muy antiguo que se titula "Hazâr afsâna", y que en cristiano significa "Las mil leyendas". Mahometanos medievales lo reescribieron posteriormente con el bonito título de "ألف ليلة وليلة Alf layla wa-layla" ("Las 1.000 y una noches") y desde que en el siglo XVIII lo descubriéramos en Europa, ha sido un continuo best seller, y sus cuentos más populares ("Simbad el marino", "Alí Babá y los cuarenta ladrones", "Aladino y la lámpara maravillosa") han sido llevados al cine en innumerables versiones. Curiosamente, estos tres relatos, los más afamados del libro, fueron añadidos a última hora en occidente. 


El hilo conductor de la historia es de sobra conocido: La bella hija del Visir, llamada Sherezade, se ve obligada a contar al sultán Schariar un cuento sin final cada noche, utilizando la milenaria técnica del "Continuará". Y hace esto ni más ni menos que para salvar su vida, ya que su sanguinario oyente pretende matarla cada amanecer, y tan solo la curiosidad del monarca por conocer el final de las historias mantendrá con vida a la astuta odalisca.
¿Y por qué quiere matar el sultán a su mejor y más bella cuenta-cuentos? - se preguntarán aquellos que no hayan leído el novelón. Pues por rencoroso, celoso y mezquino. Y porque es el sultán ¡Qué coño! y eso de matar sin que nadie te pueda hacer nada, debe de molar.

Todo empieza unos años antes, cuando Schariar, nada más heredar el sultanato, invita a su hermano, el rey Schazamán de Samarkanda, a pasar unos días con él. Schazamán acepta gustoso la invitación y prepara la maleta. Pero resulta que cuando ha iniciado el viaje, cae en la cuenta de que se ha olvidado en la coqueta las llaves del camello, por lo que regresa a palacio. Se dirige a sus aposentos, en los que espera encontrar, además de las llaves del camello en la coqueta, a su esposa llorando amargamente su ausencia. Sin "en cambio", la encuentra departiendo amigablemente con un fornido negro, miembro del servicio de habitaciones de palacio.


Antes de continuar con la narración, me permito la licencia de recordar al lector o lectora el significado que la Real Academia de la Lengua Española asigna a la palabra "departir", que no es otro que "Hablar, conversar". Pues bien, el "magnánimo" sultán saca su alfanje y degüella sin compasión tanto a su esposa como al subsahariano, con el argumento de que si su parienta ya estaba departiendo con un negro a los cinco minutos de partir… ¿Qué no haría cuando estuviera a mitad de viaje? Esto es lo que ahora llaman eufemísticamente "Prevención de Riesgos Maritales".

El caso es que Schazamán ordena limpiar la alfombra y se las pira al reino de su hermano Schariar. Una vez allí, triste y abatido, declina ir a una cacería a la que es invitado y se queda en la fortaleza. Desde sus aposentos observa como su cuñada, la reina consorte de Schariar, deja pasar a sus aposentos a 20 esclavas y 20 esclavos. Schazamán, que como buen moro es muy desconfiado, egoistón y mala persona, da por hecho en su mente enferma que la reina, además de "departir amigablemente" con los 40 esclavos, se los folla, y entonces se pone muy contento, ya que piensa que lo que le ha pasado a él no es nada comparado con la "desgracia" de su hermano. Se chiva inmediatamente y Schariar, en un ataque de lógica islámica absurda, decide partir junto a Schazamán en un viaje de incógnito para buscar a alguien más cornudo que ellos… "pues si no lo encontramos, la muerte sería preferible a nuestra vida", va y dice, el gilipollas.



Así pues, salen ambos gilipollas de viaje sin avisar, y sin reparar en que en cualquier momento algún listillo pudiera ocupar el trono. Al cabo de unos días, mientras descansan en una playa, ven surgir del océano una gigantesca columna de fuego y humo que se transforma en un colosal y poderoso genio que lleva sobre sus hombros un cofre muy lujoso. Ambos reyes se ocultan en la copa de un árbol y desde allí ven como el genio abre el cofre y de él sale una encantadora joven de espléndida hermosura. El genio dice:
- ¡Oh, soberana de las sederías! ¡Oh tú, a quien rapté el mismo día de tu boda, te digo: Quisiera echarme una siestecita! - y dicha esta memez, quedóse frito como un bendito.
La soberana de las sederías reparó en los dos mirones del árbol y les obligó a bajar con la amenaza de despertar al genio y ordenarle que les arrancara los miembros (todos). No contenta con ello, y bajo la misma amenaza, les conminó a consumar actos de coyunda fornicaria entre ellos y con ella misma, en lo que resultó ser un histórico trío de gran regocijo y multiplicidad orgásmica.


- ¡Cómo parte "departir amigablemente"! - comentó Schazamán mientras se encendía un cigarrito tras la lúbrica refriega.
- ¿Veis este larguííísimo collar, payasos? - preguntó a los monarcas la hermosa ninfa - pues está formado por los "cienes" y "cienes" de anillos de todos los hombres con los que he "frungido" fogosamente en pos de la venganza contra este genio cornudo que me raptó el día de mi boda… Así que ya estáis dándome los vuestros, que a lo que veo, tienen pedruscos considerablemente más grandes que vuestras exiguas minguillas.
Los hermanos dieron los anillos a la joven y partieron, encantados de la vida, pensando en que si a un todopoderoso genio se la pegaban así, lo suyo era una simple bagatela o fruslería. Esto demuestra que la cultura islámica está sustentada en la famosa premisa: "Mal de muchos, consuelo de tontos".
Tras despedirse de su "brodel" y viajar a su país, llegó Schariar a palacio y ordenó una muerte lenta para su esposa y para los veinte esclavos y veinte esclavas. Aunque todos juraron y perjuraron que habían quedado para dar un curso de risoterapia organizado por "coachings" de la UGT, la sentencia fue implacable. Después, persuadido de que no existía mujer alguna de cuya fidelidad pudiese estar seguro, resolvió casarse cada noche con una y hacerla degollar apenas amaneciese. Así lo estuvo haciendo durante tres años, y cuando ya no le quedaban jovencitas casaderas entre la plebe, fue tirando de las nobles, hasta que le tocó el turno a la hija del Visir, Sherezade… y el resto es historia, concretamente 1000 y una historias, con las que la jovencita se fue librando día tras días del patíbulo. Lo raro, viendo el carácter y educación de este cruel príncipe infiel, es que no le dijera a Sherezade: ¡Por Alah y por las 20 jorobas de la sagrada camella parda, cuéntame ahora mismo el final del cuento o te mando desollar viva!... ¡Pero coooño... No me voy a ir yo con esta intriga a la cama!


En fin, que el "edificante" relato concluye con una frase que no tiene desperdicio:

"Amigo, no te fíes de la mujer, ríete de sus promesas. Su humor depende de sus caprichos. Prodigan amor falso cuando la perfidia las llena y forma como la trama de sus vestidos. Recuerda las palabras de Yusuf y no olvides que Eblis hizo que expulsaran a Adán del paraíso por culpa de la mujer. No te confíes, amigo, es inútil, mañana, en aquella que creas más segura, sucederá al amor puro la más loca de las pasiones. Sería un prodigio ver salir a un hombre sano y salvo de la seducción de las mujeres".


Y en esas estamos aún hoy en día (pues has de saber ¡Oh Príncipe! que nada ha cambiado desde la primera edición sasánida de "Las mil leyendas") y seguimos permitiendo la "pacífica" invasión de Hispania por parte de estas criaturitas tan simpáticas y tolerantes, y que en tan alta estima tienen a la mujer. Y que conste que no dejo de mirar en el ojo propio, pues mientras escribo estas palabras, en la televisión echan por enésima vez "El Hombre Tranquilo" de John Houston, y veo de soslayo a John Wayne arrastrar de los pelos a Maureen O´Hara. Se acerca a ellos una señora con pinta de no haber matado a una mosca en su vida, y va y le dice a John Wayne:
- Tenga esta vara señor Thornton, con ella podrá atizar mejor a su encantadora esposa. 

© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2013



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