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domingo, 15 de diciembre de 2013

240.- Instrucciones para llorar. Julio Cortázar


"Malditos Refranes" Gabinete Caligari

Aunque ninguna lágrima pueda rescatar las vidas que se pierden ni los sueños que se desvanecen, y aunque pienses que ninguna persona merece tus lágrimas, y quien se las merece no puede hacerte llorar, es muy posible que después de la propia sangre, lo mejor que el ser humano puede dar de sí mismo es una lágrima. Y lo es, porque no hay en el mundo palabras tan eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas. Lo es porque hay algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar. Cada lágrima es un sacrificio, una pérdida, un homenaje, una concesión, una derrota. O una victoria: Hay quien dice que si lloras de alegría, no deberías secar tus lágrimas, ya que se las robas al dolor. Pero también hay lágrimas interesadas y cicateras, y una señora llamada Hilda, que afirma que las lágrimas son inútiles, a menos que esté el marido presente para verlas derramar. También hay lágrimas de cocodrilo, de androide, de chocolate, las "lagrímas desordenadas" del tontopolla de Melendi… En fin, ya que no comprendemos muy bien para qué coño sirve llorar, al menos sepamos hacerlo con propiedad. 

Rafael Martínez Sainero, Alphonse de Lamartine, Gabriel García Márquez,
Lope de Vega, Khalil Gibran, Paul Jean Toulet, Hilda Owlsley


Instrucciones para llorar

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos. 

Julio Cortázar


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