La Visita del Diácono
El otro día fue a vernos, o mejor dicho fue a ver a mi madre el diácono (el cura no estaba disponible) de la parroquia de San Miguel, que por ser la más cercana a su antigua casa, es la que se encarga, con el correr de los años, de administrar los sacramentos según el caso a tratar, a los miembros de mi familia “que se dejan”. Últimamente, a falta de bodas, bautizos y comuniones, se empeñan en dar extremas unciones. (Si el verbo es ungir, por qué no dan la ungión? Y por qué la extrema y no la última o simplemente la unc/gión?) "Yo unjo" suena fatal, pero "Vosotros ungís" suena hasta divertido (bueno, bueno, no divaguemos), en cualquier caso es un verbo antipático en todos los sentidos.
El diácono no puede administrar la extremaunción, pero puede dar la comunión (¿Y por qué? ¿Eh? ¿No es otro Sacramento? Unos sí, otros no...). Pues eso, que llegó el diácono y resultó ser un chico muy, pero muy amanerado, que repartió besos de dos en dos a todas las viejas que estábamos allí, rodeando a la futura extrema-unciada (o como se diga) y después del besuqueo, se empeñó en informarnos a voces de que se llamaba Raúl, (ahí es donde se nota que te consideran vieja). Ya es traumática la primera vez que te llaman señora, pero si te gritan... estás con un pie en el hoyo... ve pidiendo la extremaunción. Luego se sentó cerca de la cama donde mi pobre madre estaba reposando tranquilamente, a decirle en tono muy animoso: ¿Cómo me llamo? ¿Quién soy? ¿Cómo me llamo? ¿Quién soy? (Mi madre abre un ojo y hace gesto de ignorancia total y de no importarle en absoluto quién es ese tío y vuelve a cerrar los ojos). El insiste, tocándose y señalando la cruz que llevaba al cuello… ¿Quién soy? ¿Quién soy? Y responde mi hermana con tonillo de suficiencia: ¡Pues o es el cura o viene de una fiesta de carnaval!
Mi tía se pone tiesa en el asiento y dice: Oh! (pero un “oh” a la gallega, sin exclamación, un oh sujetado, como que quiere salir pero no puede y una pequeña pausa antes de decir la frase)
- ¡O, pero que irrespetuosa!
Raúl no se desanima por tan poco y dice como si estuviera en una fiesta infantil: ¡Mira! ¡Mira lo que tengo!... (¡Uy, uy, uy!..) ¿Qué es esto? (¡Pesao!) Y con un gesto muy femenino, saca de la teta (del pecho, del pecho) una especie de polvera que tendrá nombre pero que yo en mi ignorancia no sé cuál es, y se la enseña a mi madre muy contento; se puede uno imaginar que el gesto ya es el remate, la guinda en una escena absurda y blandengue y yo, sintiéndolo mucho, hago mutis por el foro.
Cuando vuelvo, Raúl le está metiendo un hostia a mi madre en "toa" la boca (hecha un burruño, claro); después de un ratito de espera en el que mi hermana se encarga de mantener a mi madre despierta diciéndole unas doscientas veces “¡Traga mami, traga mami, maaaami traaaga, mami… maaaami, traga!” Pues al final lo logra y Raúl se repantinga muy satisfecho en el asiento y dice: Bueno, ahora ya nos podemos ir felices y tranquilos al cielo.... Y mi madre abre los ojos como platos y le dice mirándolo fijamente: "No, de eso, nada!"
Y me lo quería perder...
© Maite
Nos escribe a la redacción, desde el mas allá, mi suegra, y nos comenta que, a pesar de sus reticencias para ir hacia la luz, la lamentable "performance" del diácono de San Miguel de Carabanchel fue determinante para que se decidiera. También nos comenta que es cierto que han quitado el "Limbo" y que se están pensando en eliminar el Purgatorio. Los recortes de Rajoy también han llegado al paraíso.
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