Una Cuestión de Rencor
- ¿Te acuerdas? ¿Recuerdas al niño al que destrozaste sus ilusiones? ¿No? Haz memoria, viejo, estrújate la mollera antes de que te la estruje yo - Billy Badperson apretó las ligaduras que ataban a su presa a la desvencijada silla - Fue hace treinta años, viejo… el niño no paraba de llorar y patalear tras el bofetón que le diste.
Billy cruzó la cara del viejo con el dorso de su mano. Un hilillo de sangre resbaló por su barbilla.
- ¡Por favor, por favor… no! - suplicó a su captor.
- ¡Cállate, cabrón! ¡El pobre chaval solo había quemado el puto árbol de navidad con una bengala! ¡Las quemaduras de segundo grado de la abuela solo fueron un daño colateral! - Badperson encendió una enorme bengala que iluminó el lóbrego sótano y la acercó a la cara del hombre atado - ¡Ese niño era yo! ¡Era yooo! - gritó - ¡Y tú tuviste que decirlo! ¿Recuerdas la frase, desgraciado? "Has sido malo, Billy, muy malo… le diré a Santa Claus que no te traiga el Dinozord Hiperatómico"
Billy introdujo la ardiente bengala por la cuenca ocular de su pobre padre, que gritaba como cerdo en degüello.
- ¡Y se lo dijiste, chivato hijo de puta! ¡Tuviste los santos cojones de decirle a Papá Noel que no me lo trajera! ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?
- ¡Santa Claus no existe, imbécil! - dijo su padre entre gemidos de dolor - perdí todo mi dinero días antes de Navidad… Nunca pude comprarte el maldito juguete.
- ¡Mieeeeentes!! - Billy parecía fuera de sí - Claro que existe… y no es un solo hombre… ¡Son miles! ¡Cada año son más! - el enajenado descorrió una cortina al fondo del sótano y tras ella descubrió una pila de cadáveres, unos en descomposición, otros en los puros esqueletos - todos los años mato a uno de estos cerdos cebados vestidos de rojo. Ninguno ha confesado haber hablado contigo, y mira que les he hecho perrerías… ¡Pero ya basta! ¡Ya me he cansado de este absurdo juego! ¡Hoy se hará justicia!
Billy se acercó a la pared donde colgaban las herramientas. Cogió la motosierra y arrancó el motor con un certero tirón del cable. Lentamente empezó a caminar hacia su víctima, dispuesto a trocear a su progenitor. De repente, una de las paredes de la estancia se derrumbó. De entre los escombros surgió el enorme corpachón metálico de un robót zoomorfo. Un rayo fotónico salió de su visor ocular y atravesó el pecho del asesino. Mientras su vida se apagaba, vio al tipo gordo de la barbaza blanca acercarse a él.
- Has sido un niño malo, Billy… Muy, muy malo. Sin embargo, he querido darte un último regalo. Te he traído lo que siempre deseaste - Papá Noel señaló al robot - El verdadero y genuino Dinozord Hiperatómico.
Rafael Martínez Sainero, Pirata 2014
Mi querido tío José Luis me envía un mensaje desde el fachobook: "Mu güeno, sobrino! El final es genial. Y desde aquí le agradezco profundamente su animoso comentario.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
También desde el dichoso Feisbuk, nuestro admirado Varilla me dice: "Espero que los reyes te hayan traído ese robot japonés..."... Lo que me lleva a desempolvar el viejo debate del autor y sus personajes. Si por alguna extraña enajenación transitoria, nuestro admirado Varilla confunde churras con merinas e identifica la psicosis de Billy Badperson con mi propia personalidad, aviados vamos. Quede claro que el pensamiento no delinque jamás, y que la imaginación es el único reducto de la verdadera libertad. A mi los robots "japos" me la sudan. De pedir algo a los Reyes Magos, sería más bien del estilo de lo de Scarlett Johansson y Halle Berry... o un curro para poder dar de comer a mi familia. De cualquier forma, muchas gracias por sus buenos deseos.
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