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martes, 25 de febrero de 2014

291.- En el nombre del Padre





In Nomine Patris

    ¡La de vueltas de campana que dio el coche! 
    Lo vi precipitarse puente abajo hacia el río y sumergirse en la corriente. Siempre he sido un buen chico y me gusta ayudar a los demás, por lo que salté al agua sin dudarlo ni un instante y sin pensar en mi propia seguridad, tan solo con la esperanza de que hubiera supervivientes.
    Alcancé una de las ventanillas del vehículo, que empezaba a hundirse inexorablemente. Observé que solo había una persona en el interior y con esfuerzo, logré quitarle el cinturón de seguridad y sacarle de aquella trampa mortal. Lo llevé hasta la orilla. El hombre estaba maltrecho, tenía una fea herida en la frente de la que manaba abundante sangre y estaba sin sentido. A simple vista no parecía que respirara. Me disponía a efectuar una reanimación cardíaca cuando, de repente, observé con mayor atención su rostro… ¡Yo conocía a aquel tipo! ¡Qué me aspen! - pensé - la de vueltas que da la vida… ¡Era Aureliano Migrañas! Mi ex-jefe, el hombre que me había arruinado la vida. 


    Aquel tipo que yacía ahora a mis pies era uno de los seres más despreciables que pisaban la faz de la tierra, un codicioso corrupto, carente de la más mínima moral o ápice de vergüenza, responsable de la desgracia de infinidad de familias a las que había condenado a la más deplorable de las miserias. Por supuesto, nada más identificarle, deseché la idea de practicarle el boca a boca. Reprimí una nausea; estaba asqueado y rabioso a la vez; le aticé un fuerte golpe en el pecho con los puños, con tan mala suerte que el monstruo reaccionó, expulsando una bocanada de agua sucia entre fuertes toses.
- ¡Cof, cof, cof!... ¡Arrg!... ¡Gra… gracias! - logró balbucear entre babas.
- Estás balbuceando - dije - y babeando.
- ¿Quién… quién eres? - Migrañas frunció el ceño y entornó los ojos - ¿Te conozco?
- Deberías - contesté - empleaste varios meses de tu vida en acosarme, amenazarme, conseguir que me despidieran, perseguirme y dejarme en la puta calle…
- Yo… yo… no…
- ¡Cállate, rata de cloaca! - le grité. Hubo unos momentos de silencio tenso y luego continué hablando, ya más calmado. 
- ¿Sabes? Acabo de tener una revelación. Creo que Dios, en su infinita sabiduría y red de intrincados caminos inescrutables, ha decidido llevarte hoy a su diestra… Seguramente para darte dos hostias bien dadas, y no precisamente consagradas… O tal vez haya querido que yo te salve para darnos a ambos una lección sobre la misericordia, la compasión, la piedad y el perdón de los pecados… Pero la verdad es mucho más simple, por fin he visto la luz. Yo soy el instrumento del Señor, seré su ángel ejecutor. Yo evitaré que sigas haciendo el mal a tus hermanos, distribuyendo la desgracia y la desesperación entre tus semejantes.
    Acto seguido agarré una piedra del tamaño de un melón y reventé el cráneo de Aureliano. Arrastré el cuerpo hasta el río y lo tiré al agua. Me alejé silbando el glorioso himno "Cuando Allá se pase lista", henchido de fe y felicidad, firmemente convencido de que había hecho un gran servicio a la Humanidad en el nombre del Padre.

© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2014


De la serie:
 "Como acabar de una santa vez con la excusa de "Dios" 
a la hora de cometer tropelías sin cuento"

Y extraído del libro de autoayuda: 
"Cómo eliminar en 10 cómodos pasos 
el poso de sentimiento de culpa 
que Sumos Sacerdotes, Jueces Supremos 
y cabrones similares 
nos imbuyen en el cerebelo 
a la hora de afrontar con arrojo 
la ejecución de un homicidio voluntario 
"u" asesinato de todo punto beneficioso
 para el ecosistema del planeta."


Himno megaevangélico "Cuando allá se pase lista, listo"



1 comentario:

  1. Alguien de buen parecer me comenta "¡Miedo dais, caballero!... eso es porque no me conoce bien, ya que, a mi modesto entender, solo doy penita mora.

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