¡Hail Libertad!
Emilio Botín toma champán y caviar con los jeques árabes mientras mira como los Ferrari deambulan por la pista. Florentino Pérez, Ángel María Villar y Sandro Rossell sobornan a los mismos jeques para conseguir construir estadios de fútbol e infraestructuras en pleno desierto. Las torres de extracción petrolíferas se alzarán ante las playas de las islas desafortunadas y el PP de Tarragona quiere expulsar a los mendigos de su ciudad. Mientras tanto, la ministra de Fomento vende AENA y Ryan Air, esa modélica empresa, quiere controlar los aeropuertos principales patrios. Los empresarios piden el despido libre ¡pero ya! Y todos nos debatimos sobre si queremos que se ría de nosotros un rey, un presidente o un tío con coleta.
La libertad se ha reducido a poder quejarse sin que te lleven a galeras (y ni eso, mira si no a los de "El Jueves"). Mientras pagues al sistema un 21% de cualquier cosa que hagas, todo irá bien. Sobre todo para los de siempre.
¿Y de qué sirve amargarse? Lo tienen atado y bien atado. Los jóvenes manutenidos balbucean hipnotizados ante su particular caja tonta "u" "smartfone" mientras se consumen sus días sin cotización.
Toda esta charla fútil que desgrano en este folio virtual solo es pérdida de tiempo. Solo sirve de palote de castigo en la pizarra de mi vida. Ellos saben quién soy yo. Y se parten la caja leyendo mis vanos lloriqueos.
Queda todo resumido en este magistral cómic "Noche de Acampada" que en su día publicó "20 Minutos" y que leí en los lejanos años 90 del siglo XX, mientras viajaba en tren camino de la subdelegación de Hacienda a cumplir con mis "obligaciones fiscales".
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