Una menuda cuenta cuentos pone los bellos como escarpias al personal con un cuento de bosques y brujas. ¡Buuu! |
El bosque asesino
El bosque siempre había estado allí, al lado del pueblo que regenta el alcalde Butcher, el de la cementera. El bosque no sabe del bien ni del mal, ni de la extraña lluvia que lo enferma. Ni de la rama desprendida que mató al pequeño de los Williamson. Por la seguridad y el bien del pueblo todo el bosque debe ser talado, dijo la autoridad municipal. Cuando los vecinos llegaron con las semillas para repoblar el bosque, la zona ya estaba recalificada, y toneladas de cemento simulaban un parque alrededor del impresionante centro comercial que habría de impulsar la economía de la comarca.
Ilustración (preciosa, por cierto) de Alexander Jannson. |
El espíritu del bosque
Caperucita se echó hacia atrás la roja capucha de la sudadera.
- No hay quien pare por aquí, chicos - dijo - Ya no hay ni lobos.
- ¡Qué me vas a contar! - replicó Pulgarcito - mi reguero de piedrecitas pateado por pederastas...
- Pedestristas...
- Eso, senderistas.
Hansel y Gretel aparecieron entonces con 12 japoneses y se tiraron todos de cabeza al último níscalo que quedaba en la base del viejo roble.
Rapunzel, con un nuevo look de pelo al dos, comentó asqueada:
- Estos dos han convertido la casa de caramelo en un albergue rural y tienen a la bruja haciendo paellas de noche y de día.
Los personajes se alejaron del bosque siguiendo los miles de carteles que lo señalizaban. No volverían más... A no ser que el espíritu del bosque consiguiera inculcar en los humanos la necesidad de la Fantasía.
Los cuentos ya no son lo que eran... Los bosques, tampoco. |
El Aizkolari
Guadalajara, Castilla, es famosa por sus jornadas populares dedicadas a los cuentos. El maratón (de cuentos) que se celebra cada año en la capital alcarreña, reúne a los mejores cuenta-cuentos de la comarca y alrededores. Uno de los más afamados cuentistas de la localidad es el Señor Karnizero, alias “El Aizkolari”.
Con un nutrido grupo del PPP (palmarios palmeros pelotaris) a su espalda, aplaudiendo y asintiendo todos ellos, el señor Karnizero púsose delante de las cámaras de la Televisión Pública, y nos contó uno de sus cuentos preferidos:
Érase una vez que se era, un flautista malvado que se llamaba Meléndikus. Este siniestro intérprete pop tenía una flauta mágica de la que surgían ponzoñosas melodías que hacían enfermar a los árboles. El pérfido y desleal grupo político opositor al honorable equipo de Gobierno del Ay untamiento de Villalocalidad había pagado al flautista para que matara a los árboles con su maldita música, por lo que los buenos gobernadores del pueblo, cada vez que tenían que acometer una obra pública, se veían obligados a talar los árboles en 500 metros a la redonda.
Una guapa princesa, que además de infanta real era arquitecta y técnica cualificada de medio ambiente, certificó la enfermedad de los vegetales, y para preservar la seguridad de sus estimados ciudadanos (no fuera a ser que se les cayera alguna rama encima) los buenos concejales aplicaron el hacha sin que les temblara el pulso, para "poner en valor" las ingentes masas de cemento que a modo de solárium, fomentan la vida sana y el buen color de la vecindad.
- ¡Yo, queridos ciudadanos y ciudadanas… - arengó el apuesto concejal de obras - …soy el mayor defensor del medio ambiente, ya lo sabéis!... Pero esto era necesario. Ahora, el flautista Meléndikus, que ha tenido a bien convertirse en tránsfuga, y que, arrepentido sobremanera de sus execrables actos del pasado, ha desertado de las hordas del mal, os interpretará un bonito tema mientras recogéis los trozos de leña y los depositáis en ese camión donde reza: “MADERAS KARNIZERO e HIJOS”… y así colaboráis con el medio ambiente, reciclando y eso…
La chusma, convertida en populacho, lloró lágrimas desordenadas de felicidad, y todos los habitantes de Villalocalidad vivieron más o menos felices y comieron perdices.
El mismo trágico final
A las puertas del Palacio del Infantado, donde se celebraba en quincuagésimoenésimo Festival Maratoniano del Cuento de Guadalajara, se convocó una manifestación de perdices indignadas. Reivindicaban las pobres aves, y con más razón que santas, que para ser felices no es necesario comer perdices a trochimoche.
Cochinillos asados, ensaladas o patés de oca, también podían servir.
© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2015
Paco Ibáñez / José Agustín Goytisolo "Erase una vez"
Erase una vez…
Lentejito no entendía por qué todo el mundo le aconsejaba comprarse un bosque para perderse en él. ¡Qué cruel y egoísta es la gente! Sin embargo, harto de sus congéneres, hizo caso a las recomendaciones.
Ahora no desea encontrar la salida. Es un pirata honrado, vive feliz con una bruja hermosa, y juegan con su mascota: un lobito bueno al que hace ya tiempo los estúpidos corderos dejaron de maltratar.
© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2015
Felicidades por tu "Al pie de la letra" y gracias, como siempre, por tus palabras de ánimo. Te felicito también por tu constancia, por mantener tan vivo este espacio. Hasta pronto. Carmen.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Carmen. Las felicitaciones son recíprocas... Parece tan poco (unas cuantas palabras de aliento) y sin embargo lo son todo. Esas dosis de atención son el escueto combustible que se necesita para seguir escribiendo cosillas. Tan solo necesitamos sentirnos escuchados o leídos. Gracias por estar ahí. Hasta pronto.
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