lunes, 25 de febrero de 2013

152.- El agujero de la moneda. Relato.

Mientras los esclavos del sótano de la redacción de "El Pirata Fanzine" ultiman las nuevas aventuras de "Los Invencibles", que ya va siendo hora; y preparan, además, el estreno del nuevo serial "Pequeños Monstruos" y el esperado regreso del irreverente cómic futbolero "Fondo Sureño", publicamos hoy, de relleno, un antiguo relato de Rafita Martínez, una ligera alegoría sobre lo efímero de la vida, una parábola un tanto surrealista, pero no exenta de ironía. 



El agujero de la moneda

    Timoteo aun era joven cuando aquel día rebuscó en sus bolsillos y descubrió con horror que le faltaba una moneda de 25 pesetas para poder coger el autobús. ¡Una simple moneda de 5 duros!... una de esas antiguas que tenían un agujero en el centro. Timoteo, tímido como era, no se atrevía a pedirle a nadie la moneda y por supuesto tampoco tenía intención de robarla. Y es que además de tímido, el pobre era honrado.
    Así pues, Timoteo decidió comenzar a caminar mientras miraba al suelo en busca de alguna moneda perdida. 
- Si la encuentro - pensó Timoteo - ya cogeré el autobús en la siguiente parada.
    Y caminando y caminando, pasó el tiempo. Timoteo dejaba correr su imaginación para vencer al tedio y fantaseó con felices hallazgos de monedas de cinco duros… ¡Qué digo 5 duros! ¡Y hasta de 20!... Hubo instantes de euforia en los que se veía a sí mismo encontrando carteras llenas de billetes y boletos de lotería premiados, y hasta maletines repletos de millones. Pero luego su conciencia le susurraba que devolviera todo aquello a sus legítimos dueños y abandonaba cariacontecido su particular cuento de la lechera.
    El tiempo seguía transcurriendo y él continuaba con la cabeza gacha en busca de la moneda. Cuando se quiso dar cuenta, se encontraba a miles de kilómetros de casa y había agotado casi todo el tiempo que le quedaba de vida. Al levantar la vista, quedó maravillado de lo hermoso que era el cielo. Llevaba tanto tiempo mirando al suelo, que ya casi ni lo recordaba. Miró a su izquierda, donde no paraban de pasar autobuses repletos de personas, y de repente, Timoteo comprendió el placer de caminar mirando al frente, hacia el horizonte azul, y ya no sintió deseos de subirse a ningún autobús. ¡Lástima que le quedara tan poco tiempo!


    Cuando llegó su hora, Timoteo se tumbó en la hierba a esperar el final. De pronto la vio… Allí, delante de sus ojos, la mísera moneda que había estado buscando durante toda su vida. La cogió y miró a las nubes a través del agujero.
    La Muerte llegó y sorprendió a Timoteo riendo tontamente.
- Este chico es idiota - pensó la Muerte, y se lo llevó a un Purgatorio especial donde vagan las almas de los que han perdido el tiempo de su vida buscando cosas inútiles. Al cabo de un eón, o dos, llegó el Diablo al Purgatorio y le dijo a Timoteo que tenía que llevárselo al Infierno, porque en el Cielo decían que no le habían oído rezar al Señor ni un solo día y no le admitían.
    El Demonio y Timoteo esperaban en una parada de autobús.
- ¡No me jodas, tío! – dijo alucinado Timoteo -  ¿Al infierno se va en autobús?
- ¡Ya te digo! – Contestó Belcebú mientras rebuscaba en sus bolsillos – por cierto… ¿Me puedes dejar 5 duros?

© Rafael Martínez Sainero


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