lunes, 14 de septiembre de 2015

375.- LA NOCHE

"David Bowie lo sabe, y tu mami también. Hay cosas en la noche que es mejor no ver"

Ay, si te dijera amor mío que no temo a la madrugada!"


LA NOCHE

Después de bailar el humo sobre el agua en los bajos del barrio, y más que nada por huir del ataque del hombre pánzer, encaminamos nuestros pasos hacia Macondo, lugar ficticio famoso por sus revivals al vinilo. La preciosa kamikaze de la boina escarlata se tomaba hierática su copa con la vista fija en el espejo tras las botellas. Aguantaba estoica la brasa inmisericorde del Beodo Quasimodo, y en los waferblaflex sonaba Parálisis Permanente.

Oceanía, la bella mozárabe venida a menos, estampó sus labios en los míos avisándome en un francés de arrabal que la Alhambra era suya por derecho y que tal vez algún día me invite a tomar una copa en una terracita guapa que tiene con una fuente con leones esculpidos en su centro.

La noche siguió en La Noche, cripta-bar al pie del viaducto donde las almas en pena bailan con los fantasmas de los suicidas. Margarita bebía margaritas y se contoneaba sensual, ajena a los instintos (prácticamente todos bajos y carnales) que despertaba a su alrededor, insuficientes a todas luces para calmar su infinita sed de amor (y de margaritas)… El señor Vilches contaba los billetes de la recaudación en la barra, ataviado con su impecable traje gris, que le aislaba de la decadencia que empapelaba el local. A mi lado, Suzie Quatro, embutido su culete en su culotte, celebraba con whisky nuestro reencuentro, cinco eones después; y Pako Mac Hondo perdía por goleada a los chinos, pero se llevaba a la chica de los ojos mágicos.

Al alba, expulsados ya del Paraíso, solo nos quedaba degustar un exquisito “Arroz Pundi a la mandarina”. 

Me fui a casa con una buena resaca de recuerdos, un fajo de fotos sacado del abismo de una caja de zapatos, un beso sincero y dos jaboncitos artesanos.
¿Se puede pedir más?

Rafael Martínez Sainero, Pirata 2015



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