viernes, 12 de abril de 2013

160.- La Odisea de Makabo: Un relato de cabo a rabo.


"Diamonds on the soles of her shoes
Paul Simon & Lady Smith Black Mambazo (LP: Graceland)


La Odisea de Makabo

    Makabo Elbokata se marchó de su poblado en el subsáhara de abajo, dejando atrás tanto su vida de niño soldado a las órdenes de un guerrillero insurgente cafre, como su posterior experiencia como esclavo en una mina clandestina de diamantes.
    Camino de El Dorado ceutímelillense, a la altura de la Mali mauritana (o por ahí), tropezó con un destacamento fuertemente armado de salafistas radicales yihadistas que, a pesar de sus arraigadas creencias religiosas y de la prohibición expresa de la homosexualidad de la que hace gala su ley islámica, dieron por culo repetidas veces, llegando incluso* a sodomizar, a nuestro buen Makabo.

*Me permito una licencia divulgativa: Observe el caro lector como la utilización de la palabra “incluso” en la frase no hace menoscabo de la calidad de la misma. El uso indiscriminado del vocablo “inclusive” donde no se debe (Dios confunda al gilipoll@s que confundió su uso y al primer subnormal que decidió imitarle) no ayuda en nada a la sana evolución de los idiomas castellano y español, ambos inclusive.

   Tras meses de penalidades, entre las que se cuentan un escupitajo de mandril y una herida en el hombro recibida a causa de un disparo efectuado adrede y con mala baba por un policía del reino alauita en las inmediaciones de la valla de Melilla, embarcó el señor Elbokata en una patera cuyo pasaje le costó la friolera de 5.999,5 €. Esta cantidad de peculio monetario en efectivo hubiera bastado a Makabo Elbokata para vivir dignamente en su país durante un buen tiempo, pero al señor le ponía más un crucero en patera… ¡En fin! 
    Sobrevivieron a duras penas los quinientos ocupantes del maltrecho esquife de apenas 15 m² gracias a la ingesta de carne de varios niños que fenecieron por beber agua salada. Otros (niños) lo hicieron (fenecer) por efecto de la malaguitacopterósis y la malaria bovinaviar, por lo que fueron arrojados al mar sin ser mordisqueados. 
   Convertidos ya en náufragos experimentados y en refinados gourmets del "Carpaccio al punto de sal”, los ocupantes de la patera fueron rescatados por una lancha patrullera andalusí. Tras solventar todos una incipiente hipotermia a base de brandy y mantas (menos uno con luengas barbazas que se negaba en redondo a ponerse encima una manta con una cruz roja estampada, el símbolo de los cruzados enemigos infieles del grande Alá), una mollar y voluntariosa voluntaria de la citada organización humanitaria se empecinó en reanimar* (repetidas veces, todo sea dicho) las partes pudendas “u” vergüenzas de nuestro esforzado protagonista, que, en honor a la verdad, hay que reconocer no solo de gran calibre y enjundia, sino también dignas de mención, y, según la voluntariosa voluntaria, dignas asimismo de cuantas repetidas reanimaciones fueran menester.

*"Técnicas avanzadas de reanimación cardiovascular boca a boca, boca a pezón izquierdo con mordisquillo, boca a ombligo con detallito lengua y boca a minga" por la doctora nipona Yoago Mamada, Ediciones Túpidas, 1999

    Avatares varios, que no transcribo por no aburrir al sufrido lector o lectora, llevaron a Makabo Elbokata al añorado poblado de Torrejón de Ardoz de Eztómago, donde a día de hoy, gracias sean dadas a los dioses Brekyirihunuade y a Engai Na-Nyokie, hace guardia a la puerta del Caprabo, armado con un ejemplar de "La Farola" embutido dentro de un plástico roñoso, saludando a cuanto consumidor público de a pie pasa por su lado, recogiendo limosnas libres de impuestos y comiendo de la caridad cristiana. Por la noche suele abrir el grifo de la cocina, y se queda unos instantes mirando el chorro de agua caer al fregadero mientras una blanca sonrisa ilumina su negro rostro.

Rafael Martínez Sainero, Pirata 2013





Después de la deliciosa lectura de esta magnífica parábola, digna muestra de la novela negra de nuestros días, muchos intolerantes dogmáticos de estrechas miras y poco sentido del humor, nada más ver el nombre del “prota” de esta historia, me tacharán de racista y de nazi, y desearán torturarme hasta la muerte en nombre de la corrección política y de la sacrosanta alianza de civilizaciones. ¡Qué les follen! Es evidente mi admiración por la raza negra, no solo por su complexión atlética y su portentosa facilidad para jugar de "putifa" al basket, sino también por su estupenda música y el calibre de sus mangueras. 

El dibujante Hergé (el de Tintín y Milú) sí que era racista de verdad, ved si no esta pequeña muestra…




Y aprovechando la coyuntura, meteremos con calzador estos chistecillos de negros, que molan mazo y rellenan mucho.



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