sábado, 2 de agosto de 2014

325.- AMOR PLATÓNICO; María Rosa Sainero




"Johnny Guitar"


A veces, los mejores relatos ocurren de verdad en la vida real, tan solo hay que escribirlos. Han pasado más de 50 años desde que esto que vais a leer sucediera. Ha merecido la pena esperar.

Este "post" está dedicado a la autora, mi madre.

Rafael Martínez Sainero





AMOR PLATÓNICO
María Rosa Sainero

La joven tendría diecisiete años. No era una belleza, pero tenía su atractivo. Todas sus amigas de su edad más o menos ya habían tenido sus aventuras amorosas con chicos y alguna tenía novio. Cuando nos juntábamos, comentábamos los avatares de cada una, yo no podía opinar porque hasta ese momento pasaba de chicos. Me limitaba a escuchar comentarios que a mí me parecían bobadas, yo solo pensaba en bailar siempre que tenía ocasión, era mi hobby favorito. También me gustaba pasear, sobre todo en primavera, desde el barrio hasta la parada de Urgel. La calle más animada que teníamos era General Ricardos, y así pasábamos los días. Nos divertíamos con los comentarios que hacíamos sobre ellos, que si mira que alto, que si qué guapo… Yo debía de tener la sexualidad dormida, porque ninguno me gustaba. Hasta que un buen día me fijé en un chico que siempre estaba en el mismo sitio, en la puerta de un bar en la esquina de Oporto. Era un muchacho atractivo, pero su mirada era triste. No sé por qué, pero el hecho de verle me alegraba el paseo, y si un día no estaba, me ponía de mal humor. Me había enamorado platónicamente de alguien que no conocía de nada. Por no saber, no sabía ni su nombre. Yo por esas fechas no tenía ni idea de lo que era el contacto con un chico, pero el verle se convirtió en obsesión, a pesar de que estaba convencida de que él no sabía ni que yo existía. Mi único deseo era verle; en mi mente no pensaba en nada sexual, mi única  ilusión era seguir viéndole… 

No sé por qué se lo conté a una amiga, y ¡Oh, sorpresa! Resultó que esta chica era medio familiar, y conocía toda su vida. 

Tenía veintidós años; el bar donde se le veía era de su padre; había tenido novia hasta hacía muy poco, pero lo había dejado ella porque él tenía una enfermedad terminal y no duraría mucho.
    
Cuando me lo contaron no sé qué sentí, sobre todo pena. Yo nunca lo hubiera dejado, y le hubiera cuidado hasta el último momento. Lo pasé mal. Parecía yo la novia, y él, por supuesto, no tenía ni idea de que yo existía. Poco a poco fui consolándome, y regresé a mi vida normal, pero el paseo ya no era por el mismo sitio.

Dos meses después, un día de fiestas en Carabanchel, Quermés y bailes… Yo me apuntaba a todo lo que fuera bailar. Era dieciséis de junio, un día que no olvidare en mi vida, pues, a pesar del ambiente animado, yo estaba tontorrona y decía "no" a todos los chicos que querían sacarme a bailar, hasta que una voz preciosa me dijo: "¿Bailas?".

     Casi me desmayo pues era él, mi amor platónico. Como un zombi llegue hasta la pista, la orquesta estaba tocando una de mis canciones preferidas, "Johnny Guitar". Cuando rodeó mi cintura con sus brazos, sentí un estremecimiento que él debió de notar; fue algo tan mágico que creí estar en el cielo. La canción terminó y empezó la siguiente. Él quería seguir, pero yo estaba tan nerviosa que dije no, cuando mi deseo era estar todo el resto de mi vida pegada a él. 

        Fue la última vez que le vi. Un día de invierno me dijeron que había muerto.          

FIN


También podéis disfrutar de este relato tan sencillo pero tan emotivo mientras escucháis dos maravillosas versiones más de "Johnny Guitar" en el magnífico blog "La Casa del Bule"

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