viernes, 17 de mayo de 2013

170.- Fiestas que la Insigne Villa de Madrid organiza en honor de su querido hijo y patrón, San Isidro Labrador


He querido dejar pasar dos días desde el 15 de Mayo, para pedirle humildemente al santo patrón de la Villa y Corte, su intercesión divina en el día de hoy. ¡Hace muchos años que no ganamos a los paletos del Real Mandril, mi querido San Isidro, y ya va siendo hora, coño! Ha querido el Señor que sea hoy, día 17 de mayo de 2013, jornada de la final de la Copa de Su tan denostada Majestad el Rey de las Españas, cuando toda tu gloria se vea reflejada en el campo. Tus fieles hemos tenido paciencia Jóbica, hemos aguantado la mofa y befa de los vikingos de los cojones. Oh, Señor... Al igual que en su día enviaste a tus ángeles a ayudar a Isidro en las tareas agropecuarias, mándalos ahora a partirle la tibia al idiota del Cristiano Ronaldo. No te dejes engañar por su nombre, ¡Oh Señor!... solo es cristiano en el carnet y prefiere las discotecas a tus sagrados templos. Imparte justicia, que en el cielo de Madrid solo se oiga un grito esta noche, en la plaza de tu colega el dios del mar, Oh Neptuno, Oh Yavé, Oh La, lá... El grito de los hinchas rojiblancos entonando el glorioso himno colchonero. Aleeeeti... Aleeeeti...!! Atlético de Madrid...


Arrodillados de izquierda a derecha: Isidro, Isidro, Isidro, Isidro e Isidro II. Mítica delantera de la época.

Isidro Merlo Quintana nació en Madrid en 1082. Era un mozo muy buen cristiano que poseía el don de encontrar agua con la ayuda de un palo en forma de “Y” griega, o sea, un zahorí. Algunos de los manantiales que encontró fueron marcados posteriormente como lugares mágicos y milagrosos. Contrajo matrimonio con una moza de La Campiña del Henares, llamada María de la Cabeza

Por aquellos tiempos sufría Madrid asedios almorávides (igualito que en la actualidad) por lo que la santa parejita huye a una aldea llamada Caraquiz, donde María cuidaría de una pequeña ermita erigida en advocación a Nuestra Señora de la Piedad. En 1119 Isi regresa a Madrid para vivir en una casa cercana a la Iglesia de San Andrés y trabajar de labrador en los campos de su señor Juan de Vargas.


Son varios los milagros que se atribuyen al santo, encontrándose entre los más famosos el del pozo (en el que las aguas subieron para poder rescatar a su hijo Illán) y el de los Ángeles que araban el campo mientras San Isidro oraba. Vargas, al comprobar que su siervo subcontrataba mano de obra gratuita y que la producción aumentaba cosa mala, le nombro socio de la Empresa. 
Una vez muerto el santo, su fama fue creciendo, los fieles sacaban de cuando en cuando su cadáver en procesión para que Manitú hiciera llover. En el siglo XVI se construyó una iglesia dedicada a San Isidro en la plaza de la Paja, y una ermita cerca del Manzanares. Con el paso del tiempo, el cuerpo del pobre Isi no encuentra descanso, pues Felipe II y su hijo Felipe III lo exhuman una y otra vez cada vez que a ellos o a alguien de la familia real le pillaba un constipado.


Delante de la Ermita de San Isidro existía una pradera donde los madrileños hacían la romería anual. El cuadro “La pradera de San Isidro”, pintado por Goya en 1788, es un ejemplo de la importancia que adquirió esta celebración en el pasado. Veinte años después esta ermita recibe la ocupación de los franceses en la que desaparecen numerosos objetos donados por los reyes. ¡Putos gabachos de mierda… chorizos! 

Es  costumbre, si el tiempo y la autoridad lo permiten, ir a la ermita para beber del caño de la fuente mientras se recita:

San Isidro hermoso, patrón de Madrid,
que el agua del risco hiciste salir…

También se acostumbraba a merendar en la pradera y tomar Rosquillas del Santo (las tontas y las listas) y también barquillos, "torraos", garrapiñadas, encurtidos, escabeches… Igualmente era costumbre adquirir botijos (coloraos de Alcorcón, o amarillos de Ocaña) y pitos con flores de cristal (pitos del Santo). Las bebidas habituales eran los «chicos» de Valdepeñas (vasos de vino), la «clara con limón» y la famosa limoná.



Lilian de Celis "De Riguroso Shotis" (Agustín Lara)





Fiestas que hizo la Villa de Madrid a “santo” de la canonización de San Isidro Labrador

Es Sábado, y de paso, día 12 de marzo del año de Nuestro Señor Jesucristo de 1622. Día de San Gregorio. Estamos en Italia, más concretamente en la Ciudad Eterna, esa en la que confluyen todos los caminos, en el corazón de la misma, en el Cuartel General del Catolicismo, en el Vaticano. Hace un día radiante en una Roma llena de fieles. Hoy hay cartel del lujo: Ni más ni menos que las solemnes canonizaciones de San Isidro Labrador, de Santa Teresa de Ávila, de San Ignacio de Loyola, de San Francisco Javier y de San Felipe Neri… ¡Ahí es ná!... España 3 – Italia 1. Oficia su Santidad Gregorio XV:
¡Sssssh…! Silencio en la Basílica de San Pedro. Ahí vemos a Gregorio XV, vestido de pontifical, entrando a hombros de hombres, como los buenos toreros, y delante de él va una solemnísima procesión con los guiones de los santos, comenzando por San Isidro, por su antigüedad. Siguen obispos, arzobispos y cardenales, cuyo número pasa de cincuenta. Y tras la canonización… ¡Promoción de estreno!: El Papa concede un año y cuarenta días de indulgencia a los que visiten el cuerpo de San Isidro el día de su fiesta, y cuarenta días si lo hicieren durante su octava. Tras la ceremonia, Roma estalla en fiestas.

San Isidro visto desde la calle de Toledo, pegaíto a la Plaza Mayor

Al día siguiente, domingo, 13 de marzo, sale desde el Vaticano la procesión general de los estandartes de los 4 nuevos santos. El de San Isidro se deja en la iglesia de Santiago de los españoles. Y el lunes, 14, se celebra la fiesta en el dicho santuario. Es la primera de las cuatro programadas, ya que San Isidro era el más antiguo de los cuatro nuevos santos. Los 3 días siguientes se hizo la fiesta de cada santo por el mismo orden.
Al mismo tiempo, mil trescientos sesenta y cinco coma dos kilómetros más al oeste, en la Villa y Corte de los Austrias Españoles, el Excelentísimo Concejo de Madrid ordena que se haga una procesión de acción de gracias y se ilumine la Villa las noches del 7, 8 y 9 de abril. Las luminarias brillaron en las plazas de Palacio, en las inmediaciones de las Descalzas Reales, en la Encarnación, y en las iglesias de San Andrés, San Salvador y Santa María. Además se pusieron 519 linternas en las torres de las iglesias de la capital.
  
A primeros de mayo, a vueltas con las dichosas canonizaciones, se fija en las puertas del Alcázar, en las Descalzas Reales y en la Plaza Mayor, el cartel que comunicaba las fiestas de canonización de los 4 santos. Desfilaron los gigantes y cabezudos, se programaron danzas y actuaciones de la banda de trompetas y atabales de la Guardia de su Majestad, así como infinidad de fuegos artificiales. Se hacen juegos de cañas, toro encohetado, etc.
El Concejo de Madrid autoriza el gasto de 20.000 ducados para estos festejos. Lope ha escrito dos comedias, por encargo del Ayuntamiento, "La niñez de San Isidro" y "La juventud de San Isidro", que se representan ante Felipe IV. Después de este éxito – dijo Su Majestad a Lope  – Vuestra Merced habrá de escribir "San Isidro 3, el desenlace".

El Domingo, 19 de junio de 1622, se oficia una misa solemne que oficia de pontificial el Duque Cardenal Lerma. Hay cachondeo al ver al mayor ladrón de España, el otrora duque de Lerma, todopoderoso valido de Felipe III, sermoneando a los feligreses acerca de la humildad de los santos y las excelencias de la vida austera. ¡País!

El Concejo también organizó un concurso de postales castizas "camp" y Vintage que te "kagas", con el tema
"Chulapos, chulapas, Manolos y Manolas"

Luego, procesión de los cinco santos con salida de la iglesia de San Andrés. Acuden 156 pendones de la Villa y aldeas circunvecinas, 78 cruces parroquiales, 9 órdenes religiosas y los miembros de los Consejos que precedían al arca de plata portada sobre un carro con ruedas ocultas, al que siguen desde la Plaza Mayor, Felipe IV, acompañado de Grandes, títulos y señores. Para mayor solemnidad de la procesión, se realizó el siguiente decorado: se levantaron ocho pirámides, dos en la plazuela de San Salvador, dos en la puerta de Guadalajara, dos en la calle de Toledo y dos en la plazuela de la Cebada. El diseño fue obra de Juan Gómez de Mora. Se levantaron nueve altares a lo largo del itinerario. La plaza de la Cebada se transformó en una huerta y jardín, y se volvieron a poner luminarias como en la fiesta de abril.  
Al día siguiente, el desfile de carrozas. Las había alegóricas (de la tierra, el agua, el aire y el fuego), así como la del nuevo Santo, llamada “El Castillo de la Fama”, un carro triunfal con cuatro ruedas, tirado por bueyes, en la que se yergue una majestuosa fortaleza que lleva en la parte delantera la figura de San Isidro, en la posterior las armas reales y en los laterales los escudos de la Villa. A los lados cuatro ángeles, y en lo alto, la fama vestida de blanco tocando una trompeta.


En la jornada octava de las fiestas de canonización, se celebra en el segundo patio del Alcázar, el certamen poético conmemorativo de las fiestas de canonización de San Isidro. El concurso lo gana Lope de Vega, con seudónimo. Se teme que ha sido un pucherazo en toda regla. En realidad lo había ganado Alonso Castillo Solórzano, pero por irregularidades con los seudónimos, le fue retirado. Lo cuenta el propio don Alonso, graciosamente, en el romance: “A un precio que le quitaron (habiéndoselo dado) por mudarse el nombre en un certamen delante de sus Majestades” 
También narró este evento y la relación de los poemas Lope de Vega, quien escribiría “Relación de las fiestas que la Insigne Villa de Madrid hizo en la canonización de su bienaventurado hijo y patrón San Isidro Labrador” (Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1622)

"...En el 2º combate, el maestro Burguillos recita sus extrañas octavas: Isidro, cual Poseidón venido a menos, es traído en carrozas de animales acuáticos y ranas. 
En el tercer combate de la justa, el doctor Pelayo Resura nos obsequia con unas décimas llenas de arcaísmos. El 4º, 5º, 6º, 7º, 8º, 9º y 10º combate no son sino un monólogo del pesado de Burguillos, que nos suelta sonetos, redondillas, romances, canciones y liras a trochimoche, dedicados, no solo a los santos y santa canonizados, sino a todo el puto santoral, que pareciere que ha trincado un calendario y se haya tirado dos años escribiendo el tío plasta para este momento y que nos tiene acribillados a versos, demostrando que domina todas las métricas, pero no la mesura debida con el paciente auditorio.
Continúa el peloteo, mariconadas varias… y oímos a don Francisco López de Zárate, a Pedro Calderón de la Barca (que merece en años tiernos el laurel que con las canas suele producir el tiempo) a Guillén de Castro, Juan Osorio, Juan Pérez de Montalbán, al doctor Mira de Amescua, Antonio de mendoza, a doña Antonia de Nevares, hermosa con tanto extremo, que estuviera disculpada a faltarle entendimiento (que no es el caso) a la no menos bella Inés de Zayas, a Juan de Jaúregui, y a otros muchos."


Don Juan de Tassis, II conde de Villamedina / El Fénix de los ingenios, Félix Lope de Vega y Carpio.
Rafaelillo de Martínez y Sainero, el peor poeta del mundo entero, óleo de Van Brugal, el Añejo.

Pero mientras tal Párnaso de figuras literarias aplaudía a Lope, todos recordaban al gran ausente, a don Juan de Tassis, conde de Villamediana, quien había ganado el certamen de poesía que se había celebrado hacía 2 años, el 15 de mayo de 1620, con motivo de la beatificación del santo patrón, con este bello soneto:

Los campos de Madrid, Isidro santo,
de querúbicas manos cultivados,
fieles responden hoy a tus arados,
fruto de tu gloria por sazón de llanto.

Previsto agricultor, logra, pues, cuanto
el cielo debe a surcos nivelados,
que Elíseos, que diáfanos collados,
nunca dan menos a quien siembra tanto.

Rústicas ya supliéndole fatigas
jornaleros del gremio soberano,
en cuanto rinde el cielo alto tributo,

al sacro labrador le dan espigas
de empíreo campo, al mismo Cristo en grano,
sembrando aquí sus lágrimas el fruto.

Don Juan de Tassis, conde de Villamediana

Y nada más acabar de recitar don Juan su poema, saltó a la arena de la justa un espontáneo, como los de las fiestas de cañas y morlacos, pero en literato. Llamábase el tontolhaba don Rafael de Martínez y Sainero, escribano de la Villa y Corte (de mangas) y Caballero del hábito de Fumar, y vino a sorprendernos a todos con un soneto que bien valía una noche en los calabozos de los alguaciles de la "municipalidá".

Quien sino Dios mueve tu arado,
en labradores trocados los ángeles divinos
cultivan lechugas, tomates y pepinos,
para dejar a Isidro ante el Señor postrado.

¿Quién sino vos merece ser un santo?
Vocé que amasteis hasta a los repollos
y vencisteis tan incólumes escollos
para lucir ahora tan noble manto.

Isidro santo del castizo lar
Deja de rezar un momentico
Y diles a los ángeles del cielo

que se tomen algo en aquel bar,
un pincho de algo que esté rico
y un tintorro del tío Frascuelo.

© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2002




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