Los tiempos cambian, ahora no pasa nada por despertar bellos durmientes de un beso en el capullo... de la rosa que abraza sobre su níveo y depilado pecho. / "El porqué de las cosas" de Monzó |
Desde el magnífico blog "Club de Escritura" (recomendado en esta modesta página virtual vuestra) Toño nos invita a conocer la obra de uno de los grandes: Quim Monzó. Para ello, no puede ponernos mejor aperitivo que el extraído del libro "El porqué de las cosas", una preciosa variación sobre el cuento clásico "La Bella Durmiente del Bosque", narración transmitida de generación en generación mediante tradición oral, y cuyas primeras versiones escritas debemos al italiano Juan Bautista Basile y al gabacho Carlos Perrault... Disfrutadlo, porfa:
La bella durmiente
En medio de un claro, el caballero ve el cuerpo de la muchacha, que duerme sobre una litera hecha con ramas de roble y rodeada de flores de todos los colores. Desmonta rápidamente y se arrodilla a su lado. Le coge una mano. Está fría. Tiene el rostro blanco como el de una muerta. Y los labios finos y amoratados. Consciente de su papel en la historia, el caballero la besa con dulzura. De inmediato la muchacha abre los ojos, unos ojos grandes, almendrados y oscuros, y lo mira: con una mirada de sorpresa que enseguida (una vez ha meditado quién es y dónde está y por qué está allí y quién será ese hombre que tiene al lado y que, supone, acaba de besarle) se tiñe de ternura. Los labios van perdiendo el tono morado y, una vez recobrado el rojo de la vida, se abren en una sonrisa. Tiene unos dientes bellísimos. El caballero no lamenta nada tener que casarse con ella, como estipula la tradición. Es más: ya se ve casado, siempre junto a ella, compartiéndolo todo, teniendo un primer hijo, luego una nena y por fin otro niño. Vivirán una vida feliz y envejecerán juntos.
Las mejillas de la muchacha han perdido la blancura de la muerte y ya son rosadas, sensuales, para morderlas. Él se incorpora y le alarga las manos, las dos, para que se coja a ellas y pueda levantarse. Y entonces, mientras (sin dejar de mirarlo a los ojos, enamorada) la muchacha (débil por todo el tiempo que ha pasado acostada) se incorpora gracias a la fuerza de los brazos masculinos, el caballero se da cuenta de que (unos veinte o treinta metros más allá, antes de que el claro dé paso al bosque) hay otra muchacha dormida, tan bella o más como la que acaba de despertar, igualmente acostada en una litera de ramas de roble y rodeada de flores de todos los colores.
Quim Monzó
"El porqué de las cosas"
Impresionante fotografía retocada de la gran Annie Leibovitz, con Zak Efron en el papel de Príncipe. |
Bueno, un estupendo relato ¿verdad? Tan real como la vida misma...
Como el didáctico blog de Toño es en realidad un continuo y espléndido curso de microrrelatos, nos propone un primer ejercicio: Darle una vuelta o dos a cualquier cuento clásico. ¡Maravilloso! No he podido resistir la tentación y me he puesto a ello, oye... Claro que a mí no me ha quedado tan "fisno"como a Monzó. Espero que "sus" guste:
Juanito y las habichuelas mágicas
Juanito regresó a casa muy contento y le contó a su madre que un señor le había cambiado la vaca por un puñado de habichuelas mágicas. Sintió entonces un tremendo golpe en la cabeza y cuando despertó, se encontró atado fuertemente a una silla. Su madre, despeinada y con los ojos desorbitados, estaba sentada frente a él, con un plato en la mano.
- Hijo mío - le dijo - He cocinado este rico plato de habichuelas "mágicas" para comérmelo delante de ti. Me ha costado caro... ¡Una vaca, ni más ni menos! Por cada judía que me coma, te daré una bofetada. Así aprenderás a no ser tan crédulo y estúpido.
Juanito amaneció con la cara desfigurada a golpes. Frente a él, su madre estaba tendida en el suelo, sobre un charco de sangre e intestinos. De su desgarrado vientre, surgía un grueso tronco de árbol lleno de ramas que se perdía por encima del agujereado tejado.
© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2014
¡¡Pero qué bruto es este muchacho!! - Me digo a mí "mesmo", ya que no me lo dice "naide"...
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