Ahora que se ha puesto de moda el "Ecce Homo" "restaurado" de la Iglesia del pueblo zaragozano de Borja, y que el Vaticano está pensando contratar a la autora para unos trabajitos finos en la Capilla Sixtina, me han venido a la mollera una serie de asociaciones de ideas. La brutal transformación sufrida por la obra original (que no deja de ser una buena pintura como otras tantas) y que se ha convertirdo en algo grotesco, ha dado lugar a una curiosa reacción. La pintura es una castaña, es cierto, pero todos estamos de acuerdo en que mola muchísimo más que el aburrido clasicismo del original. Y además tiene su gracia. Es evidente que se ha revalorizado. Ya es famosa y forma parte del imaginario popular. Es más, me atrevería a afirmar que esto es una prueba de Dios para señor Párroco.
Esta extrema y bizarra metamorfosis del "Ecce Homo" de Borja es kafkiana, término que solemos utilizar cuando algo entra de lleno en lo absurdo, en lo angustioso o lo irreal, y que tiene su origen en el famoso relato de Kafka "La Metamorfosis" cuando el protagonista se transforma en una especie de criatura rara, rara, rara... , o sea en el "Ecce Homo" de Borja.
Este concepto de "Transformación" fue utilizado como base de la segunda parte de la lección "El Narrador", del mítico (y legendario) Curso de Micro Relatos de la Biblioteca de Guadalajara (Castilla) que se impartió en la primavera de 2011.
La clase se titulaba "Otro Kafka", y empezaba así:
El Puente
Yo era rígido y frío, yo estaba tendido sobre un precipicio; yo era un puente. En un extremo estaban las puntas de los pies; al otro, las manos, aferradas; en el cieno quebradizo clavé los dientes, afirmándome. Los faldones de mi chaqueta flameaban a mis costados. En la profundidad rumoreaba el helado arroyo de las truchas. Ningún turista se animaba hasta estas alturas intransitables, el puente no figuraba aún en ningún mapa. Así yo yacía y esperaba; debía esperar. Todo puente que se haya construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin derrumbarse.
Fue una vez hacia el atardecer -no sé si el primero o el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano; cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un dios de la montaña, ponlo en tierra firme.
Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mi. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmarañados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. Fue entonces -yo soñaba tras él sobre montañas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un niño? ¿Un sueño? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volví para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz.
Franz Kafka
Kafka nos presenta imágenes insospechadas: Un hombre-puente que se vuelve del revés.
El 2º párrafo pone de acuerdo la forma con el contenido e introduce a la vez los elementos de acción y de confusión, o sea, el “desorden mental” del hombre-puente. Fíjate en las expresiones de incertidumbre que contrastan con el tono de descripción del primer párrafo: “...no sé si el primero o el milésimo” “Mis pensamientos siempre estaban confusos” “ignorante de lo que pasaba”... es evidente que Kafka va preparando al lector para la resolución final.
Ejercicio:
La propuesta es partir de una situación de transformación del cuerpo en cualquier objeto (de significado simbólico o no, según elección) Reloj, espejo, pan, lupa, rosa, vino, etc... y desarrollar un relato en primera persona.
Una vez leído el enunciado, teníamos cinco minutos aproximadamente para desarrollar el micro relato. En ese breve espacio de tiempo, mi compañera del curso, Carmen Martínez San Bernardino, nos sorprendió con este magnífico Micro Cuento:
Luz de Neón
Un día, la luz de un cartel de neón se posó sobre mi, como un ojo insistente. Diez minutos después, era capaz de pasar, sin ninguna dificultad, del rojo al verde, deteniéndome en los descansos en el ámbar. Me convertí en un hombre semáforo. Me instalaron en un cruce de la zona centro. Desde allí, vi desfilar la vida intensa de la ciudad. Conforme pasaban los días, fui familiarizándome con caras y formas de andar. Las había de todas clases, pero ninguna llegó a impactarme tanto como la de aquella muchacha que, invariablemente, cruzaba cuando yo me encontraba al rojo vivo. Quizá su mirada inquieta supo descubrir lo que yo me empeñaba en ocultar.
Carmen Martínez San Bernardino
Y esto que viene a continuación, es lo que me salió a mi:
La Sesamorfosis de Kaka
El día que me salió la primera púa no le di la mayor importancia. A la cuarta ya fui al médico, quien diagnosticó Fibromas blandos y me atiborró a antibióticos.
El problema ahora, tras el fallido diagnóstico, es que nadie hace caso a un gigantesco erizo de color rosa.
Rafael Martínez Sainero
Guadalajara, Castilla, Mayo de 2011
Pero ahora, con el paso del tiempo, e influenciado por las noticias, hubiese resuelto el ejercicio de aqueste modo:
La Borjamorfósis
No podía estar pasándome esto... se suponía que solo era una restauración. Ya sé que solo soy una pintura vieja en una pared... ¡Pero, coño, que represento al hijo de Dios! y no había quedado tan mal... ¿Pero que hace esta señora? ¡Eso no es un pincel matizador de cinsel! ¡Eso es una brocha de Gotelé! ¿Pero dónde está el señor Párroco? ¿Por qué le han dejado sola? Si pudiera oírme la exigiría que me enseñara su título de restauradora... ¡Pero mírala... Si ha cogido de modelo una foto de "Paquirrín"! ¡Arggg! ¡Está loca!
Mientras mi boca original era tapada paulatinamente a base de groseras pinceladas (más bien furibundos brochazos), notaba como iba perdiendo la consciencia. Ya quedaba poco de mi antigua identidad de fresco celestial... Me estaba transformando en un coco. No... en El Coco.
© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2012
De la Lección "El Narrador" 2ª parte: "Otro Kafka"
Curso de Micro Relatos. Primavera 2011
Biblioteca Pública de Guadalajara (Castilla)
José Antonio Pérez Rojo,
Coordinador del Club de Escritura Creativa de la Biblioteca.
Pepe Callejas,
Coordinador del Taller de Poesía de la Biblioteca.