jueves, 26 de julio de 2012

67.- Relatos para parar un tren


Acaba de fallarse el premio del concurso de relatos Breves de RENFE de este año 2012. Como siempre, el relato debía versar sobre el monotema “El Tren y sus cosas” y debía tener menos de 99 palabras. El ganador del libro electrónico “papire” (cada vez están más rácanos con los premios) es Juan Luis Revuelta Sansegundo (¡Enhorabuena, chavalote!) y su galardonado cuento se titula "Estación de Paso"


Estación de paso 

Lo divisé desde lejos. El viejo jefe de estación parecía inquieto. Lo vi mirar su reloj y ajustarse la gorra roja. Vi acercarse el tren, un trazo veloz que avanzaba subrayando un cielo limpio. Subí la ladera jadeando. El jefe levantó, orgulloso, el banderín, como en sus mejores días, mientras el tren silbaba ante él. Llegué a su lado y contemplé sus ojos. Ya nunca brillaban así. Y mientras pasaba mi brazo sobre sus hombros le susurré: Vamos a casa, papá, los trenes de alta velocidad no paran aquí. Y ya no necesitan señal de paso.



Como siempre, yo he llegado tarde a la presentación de originales, y es una pena porque tenía dos relatos preparados que son la caña de España y hubiera ganado de calle… A saber:


El rápido de Barcelona

Se acerca un señor a la ventanilla de información de Atocha y pregunta:
- Por favor, señorita ¿Me podría decir cuánto tarda el tren a Barcelona?
- Si, un momentito...
- Pues muchas gracias. 





Y este otro, que por tener, tiene hasta música en el desenlace.


La Brasa

¡Chuku chuku chuku chuku chuku! ¡Piiiiii! ¿Falta mucho, papá? No. ¿Falta mucho, papá? No. ¿Falta mucho, papá? No. ¿Falta mucho, papá? No. ¿Falta mucho, papá? No. ¡Chuku chuku chuku chuku chuku! ¡Piiiiii! ¿Falta mucho, papá? No. ¿Falta mucho, papá? No. ¿Falta mucho, papá?...
Silencio tenso
¿Parará, papá? ¡Parará, Pachín! ¿Parará, papá? ¡Parará, Pachín! ¿Parará, papá? ¡Parará, Pachín! ¿Parará, papá? ¡Parará, Pachín!



¿Qué? ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo?... ¡Hostias! ¿”Sus” acordáis de este de Eugenio?

- Señorita, ¿Cuándo sale el rápido?
- ¡Yaaaa!

Y para culminar esta apoteosis de despropósitos (No, la cosa no va contigo Juan Luis Revuelta Sansegundo, enhorabuena chavalote) voy a leeros un relato mío súper asqueroso. También es de trenes, pero este tiene más de 99 palabras.


El moco aun no tenía la textura adecuada; recién salido de la fosa nasal del mugriento, iba de un dedo a otro, promiscua pelotilla infecta, adheriéndose con una viscosidad diríase cuasi magnética a la capa grasa de las yemas. El individuo (mugriento) estaba sentado frente a mí y parecía hacer con la mano el gesto de “dinerito”, “dinerito”, pero solo refinaba el producto después de buscar petróleo. Es lo que tiene buscar mocos secos pegados a los pelos del bigote interno, que a veces te encuentras con arenas “moquedizas”.
    Al ver que no se desprendía “de motu propio”, optó por convertirlo en el punto tridimensional de la “i” de la frase “VENTANA DE EMERGENCIA” y allí lo dejó, pegado al cristal, mientras abandonaba el vagón para apearse en su estación.
      Su lugar lo ocupó una señora con un niño en brazos. El bebé empezó a manotear el cristal con entusiasmo.
- ¡¡Mira los treneeees... Uy, qué bonitos los treneeees!! – decía la madre sujetando a la criatura con una mano mientras que con la otra rebuscaba en el bolso buscando su teléfono móvil. Pero al nene ya no le interesaban una mierda los trenes. Toda su atención se dirigió al amarronado corpúsculo que coronaba la “I” latina mayúscula de la palabra “EMERGENCIA”.

        Yo lo observaba todo desde el asiento de enfrente. Lamentaba no poder hacer apuestas con el individuo que iba sentado a mi lado. A lo peor él no era un observador tan sutil como yo.

      Mientras el nene agarraba con sus deditos el moco semi-seco y hacía intención de llevárselo a la boca, mi mente se formulaba varias preguntas:
¿Dónde habría estado previamente el dedo del marrano se? ¿Tendría el muy asqueroso alguna enfermedad grave? ¿Sarcoidosis? ¿Lupus? ¿Síndrome “paraneoplásico”? ¿Debería avisar a la señora o dejar que la Naturaleza siguiera su curso? ¿Por qué los progenitores de ahora no enseñan a sus hijos la palabra “caca” y les hacen entender la frase “Eso no se toca”?

      Decidí ser un buen tipo: instantes antes de que el angelito ingiriera una buena dosis de ADN ageno, le agarré la manita y se la separé de la boca. El niño no se lo tomó bien y se puso a gritar como cerdo en matanza. La progenitora tampoco esperó explicaciones y también se puso a gritarme que quien era yo para tocar al niño. Entonces, al ver que el niñardo seguía con el moco entre sus dedos y lo miraba con avidez, recordé la sabia frase castellana “Lo que no mata, engorda”, me levanté tranquilamente, di los buenos días y salí del vagón.

© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2012




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