domingo, 14 de julio de 2013

190.- PEQUEÑOS MONSTRUOS: Capítulo 4 "Geólogos de Pacotilla"




    Hay que reconocerlo: ser el conductor de un autobús lleno de vociferantes colegiales tiene mérito. Muchos de estos sufridos chóferes, incapaces de aguantar la presión, se dan a la bebida, convirtiéndose así en un peligro para la Seguridad Vial. Otros, con más recursos, desarrollan una costra mental protectora que les aísla del bullicio y les permite concentrarse en la carretera. Cuando acaban su jornada laboral, los pertenecientes a este grupo ni siquiera recuerdan cuántos elefantes son capaces de balancearse en la tela de una araña sin que ésta se rompa. Tampoco, y esto quizá sea más grave, les importa un pimiento lo que hay que hacer para ser conductor de primera, segunda o tercera, lo que a la postre, también termina convirtiéndoles en un peligro para la Seguridad Vial.
El conductor que transportaba a los alumnos de la clase del profesor Machuca no bebía ni desarrollaba costras mentales; sencillamente estaba loco. Le encantaban los niños; era feliz rodeado de adolescentes desbocados e incluso participaba a voz en grito, entonando junto a la turbamulta las insufribles letanías. Tenía en la guantera multitud de casetes tales como “Ahora que vamos despacio Mix 2” y otros semejantes. Sí, el tipo era un buen hombre; ¡Lástima su poco recomendable costumbre de cantar con los ojos cerrados mientras conduce, balanceando su calva cabezota de un hombro a otro!


- …Vamos a contar mentiras, tralará… Vamosá con-tar men-tiii-raaas!... Jé, jé, jé… ¡Cómo los del gobierno…! ¿Eh, jefe?
- ¿Tendría usted la bondad de abrir los ojos? – Machuca, sentado al lado del conductor, sudaba como pollo en asador y sus globos oculares semejaban el mapa fluvial del Mato-Groso – ¡Haga cuenta, hombre de Dios, que estamos circulando por un puerto de alta montaña!
- Jé, jé… ¡Son la hostia, los "chaveas"!... ¿Eh, jefe? – Vociferó el campechano chófer pasando de las quejas del Machuca como de la peste bubónica y soltando el volante en plena curva para cambiar el casete – ahora voy a poner "Le tiraron al mar DJMix Bacala´s Session"
El "profe" se limpiaba los chorros de sudor con un pañuelo arrugado al tiempo que observaba con horror como el cenutrio metía prácticamente la cabeza en la guantera para buscar la cinta. Se apretó aun más, si cabe, el cinturón de seguridad, que prácticamente seccionaba en dos su enorme barrigón.
- Je, je… - el chofer miraba de tanto en tanto el protuberante abdomen de Don Celedonio – como nos pille la Guardia Civil se van a creer que se han disparado los "airbag"…  ¡Menuda panza, amigo!
- Mi "panza", como usted la llama, es, en todo caso, mi problema, señor mío.... 
¡¡Aaah!!... ¡Pero, hombre de Dios... ¿Es que no ha visto a esos pobres cicloturistas?

    En efecto, avispado lector, lo has adivinado: nos encontramos en la tan cacareada excursión "mineralogeológicoamachucante". 
    Ajenos por completo al peligro que corrían sus vidas en aquellos momentos, los 23 alumnos de 2º B montaban la de Dios es Cristo en el habitáculo del vehículo. Chillaban como cerdos en degüello para hacer oír su gracia por encima de la de los demás; Infinidad de objetos volaban de una fila de asientos a otra: migas de pan, papelotes arrugados, mochilas, mocos secos, las gafas de Eladio P. Trías... el propio Eladio...
    Por su parte, el Torro y el Pajares se dedicaban a mangar bocatas de las mochilas, luego los pisoteaban, los sazonaban con escupitajos y los reponían a su lugar de origen. Los muy payasos esperaban impacientes que llegara la hora del almuerzo para reírse "a batíbula mandiente" (como solía decir el Pajares) mientras veían a sus incautas victimas "papearse" los infectos "manjares". 
    Marta y Bea, que se habían sentado juntas, hablaban entre ellas y echaban fugaces miradas al sitio donde se sentaban Tom y Mike, procediendo inmediatamente después a soltar unas agudas risitas estúpidas que tenían muy, pero que muy nerviosos a nuestros amigos. "¿Por qué nos miran tanto esas niñas pijas?" era la pregunta que se hacía Mike mientras no paraba de dejar sus huellas dactilares en los botones de su "Gamebox Advancer NPI". "¿Se estarán riendo de mi? y ¿Se habrá dado cuenta de que estoy "x ella"? eran las que se hacía Tom una y otra vez.
Unas cuantas filas de asientos más atrás nos encontramos con el "Club Social" de Yolanda Osorio. En lugar de mochilas o bolsas de deporte, las finolis se habían traído una especie de bolsos de diseño, tipo "maletin de la señorita Pepis", e intentaban pintarse los labios en una zona de baches. Al final del trayecto, las cuatro parecían indias "chochonis" en pie de guerra.

    El autocar se detuvo en una gran explanada a la derecha de la carretera. Nada más echar el freno, Venancio Trompos, que así se llamaba el simpaticote conductor, cayó dormido sobre el volante, victima del pluriempleo temerario.
    Antes de dejar bajar a la pandilla de vándalos, Machu "El hueso" les dirigió unas palabras:
- Me permito recordarles que el motivo de esta excursión es didáctico y no lúdico. Para los que no comprendan el significado de tales léxicos, les diré que aquí no hemos venido, a pesar de sus deseos ocultos, a despeñar al profesor por un barranco ni a alterar ecosistemas, sino a recabar una pequeña colección de rocas y minerales. Seré implacable con aquellos energúmenos - y echó una severa mirada al Torro y al Pajares - que utilicen el material recogido para organizar una "drea" u pelea a pedradas. Salgan en orden y en silencio.
Machuca dio la señal y todos salieron del vehículo gritando como corsarios al abordaje, dando saltos como monos, desperdigándose acá y allá y echando así a perder el vano intento del orondo maestro por organizarlos un poco. 
- ¡Santo Cristo!... - pensó para sí - ...un motín en una cárcel guatemalteca tiene mayor grado de civismo.
    La mayoría echó a correr hacia una hondonada en el terreno llena de pequeños y dispersos charcos de nieve, liándose a bolazos los unos con los otros. Solo se quedaron al lado del Machuca los "pelotaris", un reducido grupo de alumnos que pretendían acumular méritos.
- ¡Qué bestias son!... ¿Verdad, don Celedonio?
- Trías, suelte inmediatamente mi mano si no quiere vivir toda su vida atormentado con el concepto de "Insuficiente perpetuo"  grabado a fuego en su cerebro.
Una vez apagado el ímpetu inicial, la mayoría de los alumnos comenzó a recoger muestras rocosas; después de todo, a pesar de que les apetecía mucho más divertirse, nadie quería un cero patatero en el proyecto de Ciencias.
    Algunos cogían del suelo lo primero que se encontraban, y lo agitaban delante del "careto" del profe.
- ¿Y esto qué es... Señor Machuca...? 
- ¿Y este otro?¿Eh?  ¿Eh? 
- ¿Esto "qué es lo que es"? ¿Feldespato?... 
- Aquí el único pato que hay es usted, Cruz Morcillo... - dijo don Celedonio, limpiándose el sudor de la frente con el peluquín - ¡Ande, ande! Hágame el favor de tirar ese pedazo de ladrillo. Es evidente, hijito, que su masa gris es mucho más gris que la del resto de la humanidad... ¡Pero, hombre de Dios, Cruz!... Pase que no distinga las estrías paralelas típicas de estos elementos de construcción, pero la inscripción grabada "Materiales de Obra Dionisio Calamocha e Hijos, S. L." le debería decir algo.
    Apartada del resto de los mortales, Yola se negaba a tocar piedra alguna. Decía que el campo estaba muy sucio y que no pensaba recoger esos cochambrosos pedruscos. A la guapita de cara le hubiera gustado que el campo estuviera enmoquetado o alicatado hasta el cielo.
- ¡Ay, porfa, qué superasco!... - se quejaba delante de sus amiguitas - ¿Y quién me dice a mí que en estas rocas no ha defecado una oveja? ¿Eh? 
- ¡Eso! - intervino una de sus acólitas - ¡No me he tirado esta mañana una hora pintándome las uñas con el "Maitelín Niuyor Sain dayamons" de mi madre para venir ahora al ámbito rural a rompérmelas.
- Me quedan dos euros con quince - dijo otra - veré si convenzo a algún "pringao" de que recoja estas porquerías por mí. 
- ¡En fin!... - concluyó Yola - Ya me comprará "papuchi" una colección ya hecha. 
Tan solo habían transcurrido veinte minutos de trabajo de campo y el profesor ya estaba arrepentido de no haber dejado el proyecto de ciencias en una simple redacción sobre el gusano de seda. Los pelotillas seguían agobiándole a preguntas:

- Esto sí que es cuarzo ¿Verdad señor Machuca?
- Es igualmente de estructura cristalina, pero su color azulado nos indica que es azurita, señorita Domínguez.

- Don Celedonio ¿No opina usted que esto es una roca metamórfica de tipo ígneo?
- Completamente de acuerdo, Trías. Es una roca llamada "Gneis".

- Un suponer, "seor" Machuca: ¿Y no podría ser que la familia Calamocha fabrique los ladrillos de feldespato?
- Morcillo, apártese de mi vista antes de que me de un subidón de azúcar.

El Machuca estaba ya tan harto de que le preguntaran todo, que cuando el Torro se acercó a él con un chicle de fresa reseco en la mano, lo miró un instante sin demasiado interés y contestó, devolviéndole la infecta goma de mascar chupada:
- No sabría decir, creo que es Pirita amorfa.
Fue tal el "despiporre", que aun hoy en día hay lugareños que aseguran seguir oyendo el eco de las carcajadas entre los altos riscos graníticos de la serranía. 


- ¿Qué es lo que encuentran tan gracioso?... Miren, me duele la cabeza. Creo que iré a echar una cabezadita al autobús. No se alejen demasiado y sigan trabajando. ¿Me han oído bien? ¡Todos aquí a las dos para comer!
  ¡Para que queríamos más! Fue entrar el Machuca en el autocar y desperdigarse todos por la sierra. El Pajares abandonó de inmediato la actividad geológica para dedicarse de lleno a la zoología. No se le ocurrió otra cosa al angelito que vaciar un bote de aceitunas en la capucha del anorak del “gordi” Morcillo,  y en lugar de las olivas, colocar unos bichos asquerosos que había atrapado minutos antes: un saltamontes enorme y una escolopendra venenosa de tamaño familiar. Todos alucinaban viendo como la escolopendra se enrollaba alrededor del pobre saltamontes y le chupaba hasta los higadillos. Otros alucinaron todavía más cuando Morcillo, al sentir un poco de frío, se puso la capucha del anorak.



  A todo esto, Tom y Mike se habían alejado del grupo principal, huyendo de las bromas de mal gusto de los gamberros de la clase.
- ¡A ver si nos vamos a perder! - dijo Tom al comprobar que ya no se divisaba la explanada donde estaba estacionado el autobús.
- No te preocupes - le tranquilizó Mike - recuerdo vagamente este lugar ¿Sabes? Estamos muy cerca del pueblo de mis tíos, Cencerrada de los Alimoches. Por aquí solíamos acampar los veranos, cuando era pequeño, junto a mis tíos y mi primo Jacobo.
- ¡Ah, bueno! - exclamó con sorna Tomás - si lo recuerdas vagamente ya no tenemos nada que temer... ¡Anda, vamos a dar la vuelta!
- ¡Espera, espera... Que ya me voy acordando de algunas cosas! Mira... - Mike señalaba unos picos montañosos más allá de la arboleda - ...más allá de esa arboleda, tras esos picos montañosos, hay un pueblo abandonado.
- ¿Pero qué me estás contando? ¿Un pueblo abandonado?
- Lo que oyes, chaval... Carajillo... ¡No!... Carrascote del... ¡Ya está! ¡Cascajosa de los Bruños!
- ¿Qué es un bruño?
- ¡Ni idea!... Recuerdo que mis padres y mis tíos nos prohibieron acercarnos por allí. Nos metían miedo con historias extrañas.
- ¿Qué historias?
- No las recuerdo bien. Algo sobre fantasmas, demonios... ¡Ya sabes!... Ese tipo de cosas... ¡Solo sé que pasábamos bastante canguelo cuando los mayores nos las contaban a la luz de la lumbre!... Por cierto... - exclamó Mike, como queriendo cambiar de conversación, incómodo al remover ciertos pasajes del pasado - ¿Estás cogiendo piedras?

Los muchachos siguieron caminando mientras hablaban de sus cosas. De cuando en cuando detenían su marcha y echaban al bolsillo de sus mochilas algunos pequeños pedruscos, sobre todo los que parecían más raros; y así, casi sin darse cuenta, se fueron alejando cada vez más del resto de sus compañeros. Tras ellos, una extraña sombra misteriosa serpenteaba entre los troncos de los árboles y los arbustos se agitaban movidos por algo más que el frío viento de la montaña.

Continuará



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