jueves, 6 de febrero de 2014

279.- PARAÍSOS DIVINOS





Por la señal de la Santa Cruz,
Alá es grande y yo gordo.
De los destinos que los dioses
tiénennos prevenidos.

Paraísos Divinos

    Detúvose la señora en boca de portal. Ante ella pasaban ciudadanos de países diferentes al suyo: morenos, amarillos, cobrizos... Sospechosos en cualquier caso. Antes de poner el pie en la acera, la señora invocó protección divina y dibujó una cruz imaginaria sobre su pecho y encomendó su diaria suerte a sagrado. Dios, a pesar de recibir a la misma hora millones de peticiones de protección como aquella, vio con buenos ojos, si no los mejores, el gesto de la mujer, y decidió bendecirla posponiendo varios días el derrame cerebral que tenía deparado para ella. 


    ¡Que extrañas criaturas había creado! A veces se preguntaba si le habían salido bien... No eran, ni muchísimo menos, los seres más inteligentes que había puesto sobre ese planeta en concreto. ¡Los delfines y las nutrias sí que le habían quedado cosa fina! Por supuesto, a unas criaturas tan listas como los delfines no se les hubiera ocurrido venerar el artilugio que provocó la muerte de su hijo. ¡Y menos mal que por aquel entonces los tarados de los humanos no habían inventado la silla eléctrica y otros macabros inventos de ese jaez a los que son tan afines. No podía ni imaginarse cómo se las hubieran apañado para colocar una cámara de gas en lo alto de cada iglesia... O una inyección letal en cada uno de esos absurdos lugares donde introducen los cuerpos muertos y que denominan tumbas. ¡Y a ver cómo se las apañaba la pobre señora del derrame para dibujar sobre su pecho un fusilamiento! Ya la veo dándose golpecitos muy rápido con su dedo índice sobre sus turgentes pechos.

- Por la señal del santo fusilamiento, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro... ¡¡Acaba con ellos!! ¡¡Tú puedes!!

  Desde el paraíso de al lado, menos nuboso e iluminado de modo más sutil que el de Dante, Alá el grande vio cómo varios fieles hacían visagra riñonera mirando a La Meca. De repente vio a uno dellos, Ajmed Rafá Talidad, más cegato que camello en tormenta de arena, que en lugar de mirar hacia la ciudad santa, hacía sus aspavientos en dirección a Despeñaperros. Alá se mosqueó a modo, e incluyó al desorientado morabito en la lista de víctimas del próximo bombardeo israelí en la franja de Gaza. ¡Error imperdonable es no saber dónde está el sagrado pedrusco de su profeta! Supongo yo que los mahometanos llevan una brújula interna que les indica donde está la cosa sacra. Lo mismo es que se fían del primero que mira a un lado, y una vez arrodillado este, empieza los demás a hacer lo mismo, abanicando el aire. Yo es que me oriento fatal. Sé que sale el sol y punto pelota... ¿Por dónde? Por el cielo.


    Alá tenía deparado un destino bien diferente para el hombre-bomba suicida que había despachado a varias docenas de judíos en un barrio de Jerusalem. A ese mártir de la causa decidió el magnánimo Alá sentarle un rato a su diestra; en un canasto en primera instancia, antes de la reconstrucción divina, y de una pieza a posteriori, otorgándole honores de sultán y premiándole con un pase VIP que le daba derecho a usar su harén celestial para que mojara el churro con las huríes cuántas veces hubiera menester, que en los cielos mahometanos las pobres huríes han de currárselo igual que en el mundo terrenal.



¡Dios nos libre de Alá!
¡Alá nos libre de Dios!

¡¡Que alguien nos libre de los inventores de dioses y de sus adoradores!!... 


© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2014
Fragmento extraído de la exitosa serie 
"Como acabar de una puñetera vez con las ablaciones de clítoris en las clases de catequesis 
y, a poder ser también, con el central del Real Madrid denominado Pepe"

Ilustración del Relato: "Pieta 1" de Paul Fryer


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