sábado, 8 de marzo de 2014

295.- Ensayo sobre la pena de muerte



    Sucedió en un recoleto restaurante de Marbella regentado por un campechano euskaldún del mismo Bilbo que llevaba asentado en Al-Ándalus muchos años, tantos, que apenas si decía ya “¡Ayva la hostia!”, y cuyo acento recordaba más a un pescador de la Malagueta que a un levantador de piedras de Arrigorriaga.
    El grupo de amigotes andaluces, después de cenar copiosamente y acompañar la “manduca” con generosos caldos de la tierra, pidióle al dueño que les dejara la guitarra para interpretar unas bulerías, algunos fandangos y alegrías varias.
    La jarana se alargaba entre flamenqueo y risas hasta avanzadas horas de la noche. En un momento dado, el vascongado restaurador cogió la guitarra y dijo:
- Os voy a interpretar un tema de mis tiempos de juventud.
    Y sin más se arranca el pollo, acompañado de mustios acordes de aire funeral, marcándose una canción del cantautor chileno Víctor Lidio Jara:

Levántate y mírate las manos.
Para crecer, estréchala a tu hermano.
Juntos iremos unidos en la sangre
Ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén

    El acorde final vibra en el aire y se pierde en el vacío de un silencio tan tenso como la goma de los calzoncillos de un luchador de sumo. Los malagueños malaguitas quedan mirándose los unos a los otros hasta que alguien pregunta:
- ¿Qué? ¿Qué os parece la ejecución?
A lo que otro contesta:
- Hombre, la ejecución me parece un poco excesiva, pero un par de hostias sí que le daba


A Ramón (DEP)
Copyrigth Rafael Martínez Sainero, Pirata 2012. 
Extraído de su excelso recopilatorio de narrativa cuéntica 
"Casos y cosas de la Vida, y otras cosas de leer" (Editorial Piste, 2013)



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