Mike instaló en su habitación un monitor gigante y conectó a la pantalla todas las consolas de vídeo-juegos que existían en el mercado. En su habitación, las paredes se llenaron de estanterías con todos los juegos habidos y por haber. Cuando doña Concha le preguntó que de dónde había sacado aquello, su hijo le contestó que le había tocado en la rifa de una tómbola. En verdad no le había costado nada convencer al director de los grandes almacenes de que le regalara todo amablemente, y de paso, de que enviara lo mismo al orfanato de la ciudad.
Marta terminó en un tiempo récord varias tesis universitarias (para cuando acabara la carrera, decía) Una de ellas: "Efectos de los anti-coagulantes en hemorragias múltiples y extravasación sanguínea" fue incluso publicada por la revista Science. En otro orden de cosas, la hermosa jovencita había hecho jurar bajo amenazas a sus dos compinches que no volverían a utilizar la piedra para obtener besos. Mike hizo el juramento con los dedos cruzados, ya que no pensaba cumplirlo ni por asomo (al menos con Yola). El día después de descubrir los poderes de la piedra de los deseos, recogió en su mente todos los impulsos electromagnéticos, y absorbió todas las ondas cerebrales que pudo encontrar relativas a la poesía. En un breve lapsus de tiempo se sabía de memoria la totalidad de los versos escritos por todos los maestros de la literatura mundial. Cuando estuvo frente a ella, y antes de que a la morenaza se le ocurriera apartarlo de un despectivo empujón, solo tuvo que presionar la piedra en su mano, influir en la segregación de endorfinas* de la chica, controlar su propia emisión de feromonas** y dejar que las palabras fluyeran solas, con precisión, con la musicalidad perfecta, con la entonación adecuada...
Quien se pudo alabar después de veros,
si puede ser que se libró de amaros,
ni mereció quereros ni miraros,
pues que pudo miraros sin quereros***
*Endorfinas: Neurotransmisores del placer. Opioides péptidos naturales que se encuentran en altas concentraciones en la glándula pituitaria. Son producidas en el núcleo arqueado del cerebro, en el interior del hipotálamo, y sus receptores están esparcidos en todo el organismo.
**Feromona: Sustancia olorosa segregada por un ser vivo que afecta a la conducta de otros seres. Generalmente asociada a los mecanismos biológicos que controlan la atracción sexual entre especies. El modo de actuar de las feromonas es análogo al que emplean las hormonas dentro del organismo. Llevan mensajes químicos específicos desde unas células determinadas a otras y provocan que realicen ciertas acciones. Probablemente, la forma más antigua de comunicación animal.
***De "El desdichado por la honra" ("Novelas a Marcia Leonarda")
Félix Lope de Vega y Carpio.**Feromona: Sustancia olorosa segregada por un ser vivo que afecta a la conducta de otros seres. Generalmente asociada a los mecanismos biológicos que controlan la atracción sexual entre especies. El modo de actuar de las feromonas es análogo al que emplean las hormonas dentro del organismo. Llevan mensajes químicos específicos desde unas células determinadas a otras y provocan que realicen ciertas acciones. Probablemente, la forma más antigua de comunicación animal.
***De "El desdichado por la honra" ("Novelas a Marcia Leonarda")
Nada más terminar Mike de declamar la poesía, la chica le atizó un beso a tornillo que dejó patidifusas a las amigas de Yola. Al cuarto de hora de beso, las panolis se marcharon asqueadas y aburridas a partes iguales.
Yola, al fin, separó sus labios del Panocha y dijo con voz sensual:
- A las ocho en el MacBurguer´s. Quiero que me recites muchos más como ese.
A todo esto, a la espera del partido en la cumbre contra los Escolapios Descalzos, Tom se había hecho con un puesto de indiscutible titular en el equipo de basket. El "Mister" estaba sumamente intrigado por la repentina y espectacular mejoría en el juego de su escolta durante los entrenamientos.
El Torro y el Pajares, para pasmo de tutores, profesores y asistentes sociales, dieron un giro de 180º en su actitud, llegando todos a la conclusión de que habían sido abducidos y reemplazados por dos ultracuerpos o clones extraterrestres generados en vainas gigantes. No solo dejaron estos chulitos agamberrados de mortificar al resto del alumnado, al que pedían continuamente perdón por las tropelías cometidas en el pasado, sino que estaban particularmente sensibles; a veces se les veía cogidos de la mano por el patio del colegio, una incipiente lágrima formándose en el rabillo de sus ojos y dándose tiernos besitos en las mejillas, lo que provocaba el pitorreo generalizado de sus compañeros y el escándalo del profesorado. Se apuntaron a doce ONG´s; ayudaban a las ancianitas a cruzar los semáforos; dejaron de colocar botes, latas y petardos en las colas de los perros guías de los ciegos; se presentaron ante el director, confesando todos sus desmanes e implorando de rodillas castigos físicos ejemplares. Éste último detalle hizo que don Celedonio Machuca, conmovido, les propusiera como "alumnos del año".
Y así fueron pasando los días, unos días de Coca-Cola y rosas... ¡Ay, si las piedras hablaran! ¡Cuántas cosas nos dirían!
Pero para desgracia de los tres miembros de la "Pandilla de la Piedrecilla", existían ciertos asuntos que coleaban de la edad oscura, del "remoto" pasado cuando aún no poseían "El Poder", cuando todavía cateaban.
El "profe" de música tamborileaba sus dedos sobre la mesa a la vez que leía los exámenes. El gesto sereno y amable que campeaba en el rostro del maestro al empezar a corregir, se avinagraba a medida que pasaba las hojas una a una. Los numerosos movimientos circulares del "boli" sobre el papel no hacían presagiar nada bueno. A un rosco le sucedía otro rosco, algún patito ocasional y palotes, muchos palotes también. Cuando el "Notas" terminó de corregir, se quitó las gafas y se frotó los ojos; estaba extenuado, lívido, como poseído por una repentina úlcera de estómago. Se volvió a colocar las ridículas gafillas en el extremo más alejado de su afilada nariz y comenzó a hablar, pausadamente, masticando cada palabra:
El "profe" de música tamborileaba sus dedos sobre la mesa a la vez que leía los exámenes. El gesto sereno y amable que campeaba en el rostro del maestro al empezar a corregir, se avinagraba a medida que pasaba las hojas una a una. Los numerosos movimientos circulares del "boli" sobre el papel no hacían presagiar nada bueno. A un rosco le sucedía otro rosco, algún patito ocasional y palotes, muchos palotes también. Cuando el "Notas" terminó de corregir, se quitó las gafas y se frotó los ojos; estaba extenuado, lívido, como poseído por una repentina úlcera de estómago. Se volvió a colocar las ridículas gafillas en el extremo más alejado de su afilada nariz y comenzó a hablar, pausadamente, masticando cada palabra:
- Tengo aquí un buen material para escribir una gran novela fantástica... - "Dorremí" agarró el "tocho"de exámenes corregidos y lo agitó en el aire como si quisiera espantar moscas. - ...A tenor de lo que hay aquí escrito, - dijo - ...no sé como el pobre Beethoven podía siquiera levantarse cada mañana.
Empezó a hojear, a voleo, sobre el montón de papeles.
- "Era cojitranco y tullido", nos asegura el señor Pajares.
Risitas.
Risitas.
- "Gordo y anoréxico" ha escrito la contradictoria señorita Jessica Peláez, experta, a la vista de su aventurado diagnóstico, en trastornos de la conducta alimentaria de los genios de la Música.
Más risas.
- Y por último, en el paroxismo de la imaginación más desbordada, el señor Lara nos comenta que el bueno de Ludwig ..."Sufría psicósis maniacodepresivas producidas por el alcohol"
- Y por último, en el paroxismo de la imaginación más desbordada, el señor Lara nos comenta que el bueno de Ludwig ..."Sufría psicósis maniacodepresivas producidas por el alcohol"
Carcajadas generalizadas.
"Dorremí" fue entregando los exámenes uno a uno a sus alumnos. Cuando solamente le quedaban cuatro, se volvió hacia donde estaban sentados Marta, Mike y Tom.
- Útimamente se les ve siempre juntos a ustedes tres..... - el retintín en el tono del "Notas" estiró los puntos suspensivos hasta límites insospechados - Habida cuenta del resultado de sus ejercicios, es evidente que no se reúnen para estudiar música.
- ¡A saber para lo que se juntan! - Bea no pudo ocultar un profundo resentimiento en su homófobo comentario murmurado al oído de Jessi Peláez, su nueva compañera de pupitre - ¡Guarros!
Don Remigio Solfa seguía a lo suyo:
- Frías, Eladio... Notable alto... Un 8...Veamos ahora ¡Ah, si! Moratalla, Miguel ...
- ¡Aquí, presente ! - El pelirrojo, con una sonrisa de oreja a oreja, saludaba al profesor desde su pupitre al final de la clase.
- Señor Moratalla, ahorraré a sus compañeros y compañeras, por respeto al buen gusto, el soez comentario urológico del botón... Por cierto: Su cabeza sí que es la perfecta cámara anecoica, ... No se oye nada del exterior, no se entera de nada de lo que pasa en el exterior.
- Pero ya me lo sé todo, profe...
- ¡A buenas horas, mangas verdes!... Tenga, un "tres" - Mike se levantó y recogió con resignación su examen.
- Valenzuela, Tomás, "cuatro" pelao. - Tom hizo lo propio.
- Señorita Rubiales, ignoro si ha contestado bien o no a las preguntas porque no he entendido un pimiento de lo que ha escrito. Su letra es deplorable, digna de la receta de un psiquiatra... Creo que no conseguiría descifrar este examen ni un egiptólogo.
- Tengo que practicar, don Remigio - Marta intentaba explicarse - Verá, soy capaz de escribir con una caligrafía impecable, pero no le dan la licenciatura en medicina a cualquiera... ¡Oh, no! Llegaré a ser una buena doctora solo si mi letra se parece a la firma de un loco.
Solfa no daba crédito a sus oídos.
- ¿Dónde ha oído esa memez supina, Rubiales?
- Me lo ha dicho el farmacéutico del barrio, que también es de la secta y escribe fatal.
- ¡Ya!... Bueno; pues como todavía no está en la facultad, un cero patatero por mala letra... ¡Así aprenderá!
- ¡Pero... - protestó la muchacha - Si el examen está bien!
- Eso, querida, es algo que solo usted y su grafólogo particular sabrán a ciencia cierta - El profesor Solfa dio por zanjado el asunto y extendió la mano ofreciendo al aire el folio garabateado. Marta se levantó de su pupitre y se dirigió con desgana hacia la mesa de don Remigio Solfa. Estuvo tentada de usar el poder de la piedra para que el profe le cambiara la nota y le ofreciera la mejor de sus disculpas por lo que consideraba una completa injusticia, pero se había prometido a sí misma ser honesta y, en según qué cosas, dejar que el destino siguiera su curso.
A pesar de su autopromesa, Rubiales salió de la clase de música furiosa. Si Marta hubiera sido un personaje de cómic, sus bocadillos de diálogo estarían repletos de sapos, culebras, calaveras y bombas de mecha a punto de explotar.
- ¡¡wfrtgxxxtz... grrrrrrr!! - exclamó.
- Ahora toca Educación Física - dijo Tom a Mike mientras seguían a su amiga por los pasillos - le vendrá bien un poco de ejercicio para calmarse.
Enrique Cruz Morcillo "Goñi" estaba encantado porque el Torro y el Pajares llevaban varios días sin hacerle el "bocadillo" en las clases de gimnasia. El "bocadillo" consistía en el "Morci" entre dos colchonetas y el Torro y el Pajares saltando encima. Pero de lo que no se había librado el gordito de la clase era de los maltratos físicos y psicológicos a los que le sometía habitualmente el "profe", un fornido hombretón medio calvo llamado Antonio Cuenca Galera, más conocido en el "cole" como "Mister Proper", debido a su hiper-desarrollada musculatura y a lo escaso de su cabellera. El perímetro de su cerebro también era un tanto escaso, por eso disfrutaba haciendo sufrir a los gordos y a los débiles, a los que no soportaba. Les obligaba a ejecutar ejercicios que sabía que era imposible que pudieran realizar y los solía humillar públicamente cuando fracasaban, incitando al resto a sentirse superiores y a reírse de ellos. De vez en cuando "Mister Proper" solía hacer alguna exhibición atlética para lucirse delante de los chavales. Cosas tales como cien flexiones apoyándose solamente en los dedos meñiques, o subir la cuerda a bocados, con las piernas en escuadra y los brazos atados a la espalda. ¡Un fiera el señor Cuenca!
- Valenzuela, Tomás, "cuatro" pelao. - Tom hizo lo propio.
- Señorita Rubiales, ignoro si ha contestado bien o no a las preguntas porque no he entendido un pimiento de lo que ha escrito. Su letra es deplorable, digna de la receta de un psiquiatra... Creo que no conseguiría descifrar este examen ni un egiptólogo.
- Tengo que practicar, don Remigio - Marta intentaba explicarse - Verá, soy capaz de escribir con una caligrafía impecable, pero no le dan la licenciatura en medicina a cualquiera... ¡Oh, no! Llegaré a ser una buena doctora solo si mi letra se parece a la firma de un loco.
Solfa no daba crédito a sus oídos.
- ¿Dónde ha oído esa memez supina, Rubiales?
- Me lo ha dicho el farmacéutico del barrio, que también es de la secta y escribe fatal.
- ¡Ya!... Bueno; pues como todavía no está en la facultad, un cero patatero por mala letra... ¡Así aprenderá!
- ¡Pero... - protestó la muchacha - Si el examen está bien!
- Eso, querida, es algo que solo usted y su grafólogo particular sabrán a ciencia cierta - El profesor Solfa dio por zanjado el asunto y extendió la mano ofreciendo al aire el folio garabateado. Marta se levantó de su pupitre y se dirigió con desgana hacia la mesa de don Remigio Solfa. Estuvo tentada de usar el poder de la piedra para que el profe le cambiara la nota y le ofreciera la mejor de sus disculpas por lo que consideraba una completa injusticia, pero se había prometido a sí misma ser honesta y, en según qué cosas, dejar que el destino siguiera su curso.
A pesar de su autopromesa, Rubiales salió de la clase de música furiosa. Si Marta hubiera sido un personaje de cómic, sus bocadillos de diálogo estarían repletos de sapos, culebras, calaveras y bombas de mecha a punto de explotar.
- ¡¡wfrtgxxxtz... grrrrrrr!! - exclamó.
- Ahora toca Educación Física - dijo Tom a Mike mientras seguían a su amiga por los pasillos - le vendrá bien un poco de ejercicio para calmarse.
Enrique Cruz Morcillo "Goñi" estaba encantado porque el Torro y el Pajares llevaban varios días sin hacerle el "bocadillo" en las clases de gimnasia. El "bocadillo" consistía en el "Morci" entre dos colchonetas y el Torro y el Pajares saltando encima. Pero de lo que no se había librado el gordito de la clase era de los maltratos físicos y psicológicos a los que le sometía habitualmente el "profe", un fornido hombretón medio calvo llamado Antonio Cuenca Galera, más conocido en el "cole" como "Mister Proper", debido a su hiper-desarrollada musculatura y a lo escaso de su cabellera. El perímetro de su cerebro también era un tanto escaso, por eso disfrutaba haciendo sufrir a los gordos y a los débiles, a los que no soportaba. Les obligaba a ejecutar ejercicios que sabía que era imposible que pudieran realizar y los solía humillar públicamente cuando fracasaban, incitando al resto a sentirse superiores y a reírse de ellos. De vez en cuando "Mister Proper" solía hacer alguna exhibición atlética para lucirse delante de los chavales. Cosas tales como cien flexiones apoyándose solamente en los dedos meñiques, o subir la cuerda a bocados, con las piernas en escuadra y los brazos atados a la espalda. ¡Un fiera el señor Cuenca!
Ese día tocaba saltos de plinto y potro; una de las clases preferidas por "Mister Proper", dado el elevado número de mamporros y "galletones" que solían producirse.
- ¡Venga, Morcillo, es su turno! - gritó el "profe", sonriendo.
El Morci, resignado a su suerte, se lanzó a tumba abierta (unos 5 km/h) hacia el plinto. Sus michelines bamboleaban de derecha a izquierda y profusos chorretones de sudor corrían por sus sienes. Cuando la ingente masa corporal impactó contra el aparato, se agitaron los cimientos del gimnasio. El "profe" esperó a que se apagaran los ecos de las carcajadas y procedió a recoger los cajones del plinto diseminados por el suelo. Mientras, cinco alumnos ayudaban al Morci a levantarse del suelo. Cuando el plinto estuvo armado de nuevo, el Cuenca volvió a llamar a Morcillo.
- ¡Eh, usted, gordito relleno... ¿A dónde cree que va? ¡Vuelva a intentarlo de nuevo! Esta vez le he puesto dos cajones más para que se motive. Imagine que hay un bocata de morcilla frita al final y tal vez logre saltarlo.
Tom, Mike y Marta estaban indignados con la cruel actitud de "Mister Proper".
Tom, Mike y Marta estaban indignados con la cruel actitud de "Mister Proper".
- ¡Maldito abusón! - exclamó Marta - deberíamos hacer algo.
- ¡Tengo una idea! - dijo Mike - voy a prestarle algo al Morci.
Mike se abrió paso entre el resto de los alumnos que esperaban su turno para saltar y se acercó a su compañero de clase. Sin que el obeso muchacho se diera cuenta, deslizó disimuladamente el trozo pequeño de mineral mágico en el bolsillo trasero del pantalón de su chándal, a la vez que le daba unas palmaditas de ánimo en la espalda.
Mike se abrió paso entre el resto de los alumnos que esperaban su turno para saltar y se acercó a su compañero de clase. Sin que el obeso muchacho se diera cuenta, deslizó disimuladamente el trozo pequeño de mineral mágico en el bolsillo trasero del pantalón de su chándal, a la vez que le daba unas palmaditas de ánimo en la espalda.
- ¡No le hagas caso al "musculitos" - le susurró disimuladamente al oído - salta con toda tu alma... Tú puedes hacerlo!
El "profe" intervino:
- Moratalla, deje sitio al rey de la grasa, que nos tiene que hacer otra de sus maravillosas exhibiciones.
Entre las estridentes risotadas provocadas por el comentario del Cuenca, Morcillo pudo oír nítidamente la voz de Mike:
- Si lo deseas con todas tus fuerzas ¡Lo conseguirás!
Morcillo efectuó un salto perfecto, digno de una puntuación de 9.90 en la final olímpica, como ejecutado por una gimnasta bielorrusa. Carrera, batida, apoyo, cuádruple salto mortal con tirabuzón y clavando la recepción. ¿Qué había ocurrido? ¿Durante unos instantes alguien apagó la fuerza de la gravedad? ¿Había estado disimulando el orondo muchacho todos estos años? ¿A santo de qué venía ahora esta portentosa exhibición de precisión, elasticidad y potencia? Nadie se creía lo que acababa de ver. Hubo unos instantes de tenso silencio que el propio Morci se encargó de romper con unas risitas nerviosas cuando fue consciente de la proeza de la que había sido capaz.
- Ji, ji, ji…jijijij…
Luego, una atronadora salva de aplausos llenó el gimnasio. Enrique Cruz Morcillo Goñi estaba exultante. No sabía a ciencia cierta lo que acababa de hacer. Fue algo externo a él, como si una inmensa fuerza le hubiera llevado en volandas. Simplemente su mente deseaba hacerlo así… y su cuerpo lo hizo. ¡Una auténtica gozada!
Pero alguien no había aplaudido, alguien estaba blanco, sin saber que hacer... ¡Maldita sea! - pensó - Aquello no podía quedar así, no podía terminar ridiculizado por el alumno al que durante tantos cursos había humillado.
- Ha sido simplemente una cuestión de suerte, Morcillo – concluyó fríamente el profesor cuando logró reaccionar – o la milagrosa intervención de alguna fuerza divina. ¡Ahora les demostraré a todos lo que es un verdadero salto!
"Mister Proper", más picado que la cebolla de un gazpacho, se quitó la chaquetilla del chándal y tensó su poderosa musculatura bajo el "mapamundi", que así era como llamában sus alumnos a su raída camiseta gris. La cochambrosa prenda mostraba en las mangas, bajo los sobacos, unos desmesurados manchurrones de sudor que, por mor de fenómenos parapsicológicos de dificultosa explicación, dibujaban a la perfección las siluetas de los mapas de Australia (en la axila izquierda) y de África (en la derecha). O sea, un guarro el tal Cuenca... A este paso, a Mister Proper nunca llegarían a llamarle "Don Limpio".
Mientras el "chulángano" del Cuenca se preparaba, la piedra en la mano de Marta empezó a brillar mucho más fuerte que en otras ocasiones.
El Cuenca inició la carrera de aproximación al plinto; cuando estaba a punto de alcanzar el punto de batida, a escasos metros del trampolín, sintió un irrefrenable deseo de bajarse los pantalones. Fue algo que no pudo evitar. Lo hizo sobre a marcha y trastabillando como un zoquete integral. Con los pantalones del chándal a la altura de las rodillas, fue dando traspiés hasta darse un leñazo de boca e hincar la fila superior de sus piños en el segundo cajón del plinto.
Aunque alguno de los alumnos intentaba aguantar la risa, con los mofletes más hinchados que el perímetro pectoral de Yola Berrocal, al final la mayoría de los chavales irrumpieron en una sonora carcajada y los comentarios de los graciosos y graciosas de turno se dejaron oír en medio del alboroto :
- ¡Impresionante demostración, ya lo creo!
- ¡Ja, ja, ja!…¿Puede repetir, profesor?
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