En el inconmensurable taller literario que es el blog “Club de Escritura” de Toño, leo con placer su entrada sobre la presentación del libro “La primera vez que no te quiero” de Lola López Mondéjar, en la que nos deleita con una introducción magnífica al contenido de la obra y nos presenta a su autora, una talentosa psicoanalista y escritora que habla hasta lacanés. Hasta aquí, todo perfecto. Pero la sorpresa viene al término de la disertación, cuando nos invita a los lectores del blog, a modo de ejercicio, a presentar un libro y a su autor. ¡Ahí es ná!
Veo en los comentarios que solo un osado se atreve con la titánica tarea, y nos ofrece un estupendo glosario sobre la vida y obra de Belén Gopegui, la autora de “La escala de los mapas”.
Esto no puede quedar así… me digo a mí mesmo... Todo es jabón y buenas palabras. ¡Qué fácil es loar obras excelentes de buenas escritoras! ¡Lo difícil es presentar libros ilegibles, malos, inexistentes!
Aprovecho pues la oportunidad brindada, y extraigo de mi olvidada colección de “Críticas de Obras y autores Ficticios”: La inaguantable obsolescencia de la Nada.
La Inaguantable Obsolescencia de la Nada
Cuando mi querido amigo Ralph Martin, aquí presente, me pidió que dijera unas palabras en la presentación de su nueva novela “La inaguantable obsolescencia de la Nada” yo me excusé diciendo que me encontraba en una expedición al Anapurna. Le mentí, sí, lo reconozco. Realmente estaba en un bar, a la vuelta de la esquina.
Cuando Martin me pidió seguidamente (con exquisita educación, eso sí) que le explicara cómo era posible que en las cumbres del Himalaya hubiera tanto ruido de vasos y risas, y que se oyeran nítidas frases grandilocuentes gritadas a voz en cuello del jaez de: ¡A ver esa de calamares, Manolooo! ó ¡Al fondo hay sitio señores! Yo le contesté que sí, que vale, que me había pillado.
No es que no quisiera hacer de cicerone en la puesta de largo de su reciente obra, es que no me sentía digno ni capaz de afrontar semejante reto. ¿Pues cómo es posible explicar un libro de 333 páginas, todas ellas en blanco, con una loncha de bacon retractilada en el interior? ¿Marcapáginas? ¿Metáfora grasienta? ¿sucinta provocación al pueblo Magrebí? Nada de eso. Al final, meditada la propuesta, accedí gustoso a acudir a esta presentación. Y que conste que el cheque bancario que tan amablemente deslizó mi querido Ralph en el bolsillo de mi americana nada tuvo que ver con mi decisión final.
¿Y por deberíamos convertir esta maravillosa obra en nuestra novela de cabecera? Por honestidad, por valentía y sobre todo, por afán de lucro. No solo el del autor, o el mío propio vendiéndome por cuatro duros, sino porque el poseedor de un ejemplar de este libro será el poseedor de un trozo de la Historia de la Literatura, un objeto de culto para coleccionistas.
¿Páginas en Blanco? Se preguntarán ustedes y seguramente se lo preguntarían las veinte personas que han abandonado la sala desde que he comenzado mi disertación. ¡Pues sí, en blanco!... Es el triunfo de la verdad, la composición más sincera.
La aceptación absoluta de la limitación de un lenguaje impuesto por el hombre no es sino la constatación evidente de la renuncia a una auténtica creatividad, esa que solo puede residir en nuestra imaginación. No se puede crear con herramientas prefijadas (el lenguaje) con las limitaciones de algo que ya está creado. Nos limitamos a hacer variaciones sobre el mismo tema una y otra vez. Esta novela es la exaltación suprema a la falta de creatividad, el triunfo del mínimo esfuerzo. Esta absoluta y genial rebeldía de Martin, su negativa radical al sometimiento de la disciplina del lenguaje, traslada al lector toda responsabilidad. Viene a decirnos: La mejor historia solo está en tu mente, aun no se ha escrito y tú tienes la llave. Toma una pluma y rellena todas esas hojas en blanco. Vive y haz vivir a tus personajes. Convierte ese desierto que tienes en tus manos en un vergel. Compra una baguette y hazte un montado con la loncha de bacon.
No les digo ná, y con eso se lo digo tó: “La evanescente insoportabilidad de la obsoles…” Bueno, como se llame. Se lo recomiendo. Un gran libro de un gran tipo.
Gracias.
Rafael Martínez Sainero, Pirata 2015
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