Necronomicon. Nox Arcana. Obra de un árabe majara con síndrome de Diógenes, llamado Abdul Alhazred |
Dijo un buen amigo sobre mí, y tiene más razón que un santo, que a tenor de mi afición por conservar todo tipo de documentos antiguos, o bien tenía el síndrome de Diógenes o bien tenía una frustrada vocación de conservador de museo. Es curioso observar como todas las jilipolleces que se inventan los psiquiatras, aunque no tengan ninguna base científica o ni tan siquiera estén mínimamente documentadas, arraigan en el acervo cultural de la Sociedad.
Digo esto por que don Diógenes de Sínope, alias "el cínico", no legó a la posteridad ni un solo escrito, y aunque vivió como un vagabundo durante toda su existencia buscando (según sus propias palabras) un hombre honesto, sus únicas pertenencias eran una manta, un zurrón, un báculo y un cuenco. Y ni eso, porque un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y tiró el cuenco a la basura. O sea, justo todo lo contrario de lo que nuestros queridos psiquiatras pretenden definir en su enunciado. Y además tiró el cuenco en su correcto contenedor de reciclaje de desperdicios del Excelentísimo Ayuntamiento de Atenas. Y no, no encontró jamás un hombre honesto. Y si, el niño recogió el cuenco que había tirado Diógenes y se lo llevó a su casa, donde almacenaba toneladas de basura, entre las que había varios cuerpos en descomposición de afamados psiquiatras.
Toda esta absurda y pretenciosa lección de historia de la filosofía clásica viene a colación de mi copiosa colección de legajos ancestrales, que no solo abarca la injustamente denostada década de los ochenta del siglo XX, sino que también cuenta con incunables del 783 después de Cristo.
Las páginas que a continuación salen a la luz fueron rescatadas del número 1 de "El Jarabe Pulmonar vía oral", que a su vez fueron rescatadas por don José María Nebreda en un pueblecito de Burgos, y que a su vez fueron rescatadas de la mente enferma de H.P. Lovecraft. Efectivamente, nos referimos al más famoso grimorio de la ficción fantástica: El Necronomicon.
Disfrutad de su lectura, si es que podéis descifrarlo.
Rafael Martínez Sainero, Pirata 2012
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