viernes, 29 de junio de 2012

45.- Bailando con gotas (de agua)

He de confesarlo: me estomagan un poco los textos de auto-ayuda y superación personal. Psicología de mercadillo que parece sacada de manuales baratos escritos por pseudoanalfabetos que se copian unos a otros. Almibarados mensajes en cadena que suenan a “soma” para el espíritu, rozando la manipulación mental de una secta; evidentes, falsamente inocentes pero cargados de un sutil y contagioso efecto ponzoñoso y sedante.

Muchos de esos mensajes llegan a nuestro correo electrónico en forma de cursis presentaciones de “power point” (maquetadas a cual peor) o simplemente en forma de texto. No les suelo hacer mucho caso y casi todas acaban difundiendo su mensaje de paz y amor en la papelera de reciclaje, pero un día recibí uno que no me disgustó del todo. Aunque estaba evidentemente escrito por alguien de allende los mares, y tuve que aviarle los párrafos y los sustantivos, la esencia del relato me pareció interesante. No solo tenía un claro valor literario, sino que también hablaba de valores que no cotizan demasiado al alza en nuestros días: Honestidad, Lealtad y Amor.

¿Honestidad? ¿Lealtad? ¿Amor? ¿Me estaré volviendo un “babas”? ¿El reblandecimiento del cerebro es un síntoma de algo? ¿Qué le echarán a las tortillas precocinadas y envasadas de “Alipende”? Porque saber, no saben a nada, oiga… ¡Lo mismo es consecuencia de leer “power points” de superación personal y aceptación sin condiciones de nuestra resignada pobreza (de bolsillo) inversamente proporcional a nuestra infinita grandeza (de espíritu)!

Ya sé que este relato está en millones de blogs, de webs, y en los correos de multitud de personas, seguro que la mayoría ya lo ha leído y lo ha difundido, pero ésta versión es sensiblemente mejor, seguramente porque la he escrito yo. Y tengo abuela, pero piensa lo mismo.
© Rafael Martínez Sainero, Pirata, 2012


Era una mañana agitada en el hospital. El anciano llevaba un buen tiempo sentado en la sala de espera, aguardando a que le llamaran para quitarle los puntos de una herida en el pulgar. Miraba continuamente el reloj, inquieto. Se levantó y se dirigió a la antipática recepcionista.

- Disculpe que le importune de nuevo, señora…
- ¡Señorita!
- Perdón, señorita, es que llevo esperando más de una hora a que me atiendan y tengo una cita en otro lugar... ¿Cuándo cree usted que…
- ¡Ya le avisarán! Hay más enfermos, por si no se ha dado cuenta.

Una doctora que pasaba por allí escuchó la conversación. Tal y como estaban aquella mañana las urgencias, sabía que pasaría al menos otra hora antes de que alguien pudiera atenderle. Estaba en su tiempo de descanso, pero se apiadó del abuelo y le indicó que le acompañara a la sala de curas para examinar su herida.
Mientras le quitaba las suturas observó que el señor no le quitaba ojo al reloj de la pared.
- Parece usted un tanto apurado… ¿Tiene una cita con otro médico esta mañana?
- No, no. No es eso, es que debo llegar al geriátrico para desayunar con mi esposa, como todos los días. Hace tiempo que está ingresada ¿Sabe usted? Tiene alzheimer.
- ¡Vaya, lo siento! ¿Se enfadará si llega usted un poco tarde?
- No, no creo. Desde hace cinco años ella no me reconoce.

La doctora se sorprendió un poco, y entonces le preguntó:
- ¿Y sigue yendo cada mañana, a pesar de que ella no sabe quién es usted?
Él sonrió, y mirándola a los ojos le contestó:
- Ella no sabe quién soy, pero yo aún sé quién es ella.

A la doctora se le erizó la piel, y, un tanto avergonzada, tuvo que contener una furtiva lágrima. Terminó de atenderle en silencio.
- Se ha quedado usted muy callada – observó el anciano – tal vez haya dicho algo que le haya…
- No, no. No es eso. Es que no he podido evitar pensar que ese es el tipo de amor que quisiera en mi vida.
Antes de salir por la puerta, el hombre se giró y le dijo:
- No podemos escoger lo que queremos para nuestra vida… La vida no se trata de cómo sobrevivir a una tempestad, sino cómo bailar bajo la lluvia

1 comentario:

  1. Hola, gente. Nos escribe a la redacción un tal Gene Kelly que comenta:
    ¡No tenéis ni puta idea de lo que es en realidad bailar bajo la lluvia!

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