Los ojos de Marina
¿Marina?... ¿Eres tú?
Millones de gotas de finísima lluvia se estrellaban sobre el pavimento, abajo, en la calle. Ellas podían. El vaho empañó de nuevo el cristal de la ventana y por enésima vez lo froté con la manga de mi jersey. Mi mirada perdida captaba sombras difusas entre la cortina de agua, buscándola.
Hacía días que no la veía. La tranquilidad de aquella tarde gris embriagaba el ambiente, y la melancolía se mezcló con el humo de mi cigarro, formando densas nubes de humo en el techo de la habitación.
Hoy la he vuelto a ver; era ella, sin duda. Marina tiene un caminar inconfundible: lento y vaporoso, varios centímetros por encima del suelo, flotando majestuosa, como en un sueño.
Mis amigos me decían que estaba obsesionado, que Marina me había abandonado para siempre. Pero ella ha regresado; yo la he visto; la veo continuamente. Se esconde en los cuerpos de otras, pero sé que es ella. Siempre es ella.
Todos me engañan y me dicen que ha muerto… Pero entonces, ¿Por qué entra en mi habitación de vez en cuando? ¿Por qué pasea todos los días indiferente bajo la lluvia? ¿Por qué no deja de mirarme?
Las manos se tiñeron de rojo mientras abrazaba su cuerpo aun caliente y besaba sus entreabiertos labios. Las luces y los ruidos me envolvieron luego, me separaron de ella y desde entonces estoy metido aquí, mirando tras este cristal, sin poder unirme a las gotas de lluvia que se estrellan contra el pavimento.
Pero Marina ha vuelto; ya sabéis que a veces me visita, me desea buenos días, un poco fríamente quizás, y me regala un pequeño vasito de plástico lleno de bonitas píldoras. Como siempre, ella quiere que me las trague. Lo hice durante algún tiempo, pero me provocaban mucho sueño y ahora las dejo bajo mi lengua hasta que se marcha y luego las tiro por el retrete.
Se abre la puerta… Es ella… ¿Qué guapa está! ¿Qué bien le sienta esa bata blanca! ¡Hace tanto tiempo que no nos besamos!
Creo que hoy la volveré a abrazar… Si… ¡Cuánto deseo ver de nuevo esos ojos que me miraban con sorpresa, tan fijamente… Los preciosos ojos de Marina que jamás volvieron a parpadear.
© Rafael Martínez Sainero, Pirata 1982.
Del recopilatorio de relatos breves “Manuscritos en el abismo del tiempo”
Dice mi admirado Varilla, y dice gran verdad:
ResponderEliminar"Ademas de que el litio es energéticamente más eficiente incluido en una pila que flotando entre cacas, este fascinante relato muestra como lo mejor que puede hacerse con las alucinaciones es subirlas a internet, como hacemos Pirata y yo mismo: La red socializa esquizofrenias."
Gracias, Juan.