"Laura plays the piano" (Silent Hill 2 Soundtrack) de Akira Yamaoka
El miedo mueve el mundo. El miedo es un mecanismo de autoprotección que genera el instinto de supervivencia de todos los animales. Por miedo a las amenazas conocidas o por miedo a la muerte y a lo desconocido, el hombre marca territorios, inventa armas y religiones, crea leyes, asesina, impone criterios y somete voluntades.
El miedo es irracional, básico. ¡Cuántas historias de terror crea el subconsciente mientras dormimos! Las mejores historias de terror se generan en los sueños y, lamentablemente, la mayoría se pierden en el limbo, nunca contadas, nunca escritas, casi siempre olvidadas.
Dicen que no se siente más intensamente el miedo como cuando se es niño, cuando nuestra mente se está abriendo al mundo y somos más receptivos e inocentes. Es entonces cuando la desbordada imaginación suple las carencias del conocimiento.
Casi todos los cuentos clásicos para niños, al menos sus versiones originales, son en esencia relatos de terror, y solían utilizarse para amenazar y controlar a los infantes. "¡Si no te duermes ya y dejas de dar la lata, vendrá el hombre del saco y te llevará!". ¡Grande, el "Hombre del Saco"! ¿Y qué me decís del “Sacamantecas”? ¿O el "Coco"?
El terror, siempre ha sido un subgénero en la literatura. Fueron H.P. Lovecraft y, sobre todo, Edgar Allan Poe quienes, con sus extraordinarios cuentos cortos, auténticas obras maestras de lo gótico y lo macabro, le dieron auténtica popularidad. ¿Quién no se ha estremecido leyendo “El gato negro”, “el corazón delator” o “La caída de la casa Usher”, del genio de Baltimore?
Actualmente existen muy buenos autores cultivando este aspecto de la Narrativa. Algunos, como Stephen King, han logrado universalizarlo con sus “best sellers”.
Fernando Iwasaki, autor peruano de ascendencia japonesa, como muy bien su apellido indica, escribió en 2004 una joya titulada “Ajuar funerario”, una recopilación de cien cuentos de breve extensión, nunca superior a dos páginas, y en muchas ocasiones auténticos Micro Relatos.
Leemos en casausher.worldpress:
"Sus narraciones son fogonazos, retazos de vida (y de muerte) con una estructura redonda, sin fisuras. No invitan al lector a que vaya más allá, ni que imagine historias accesorias. Iwasaki pretende (y sin duda lo logra) hacer un masaje cardiaco a corazón abierto en el lector o darle un puñetazo seco en el estómago. Una breves líneas le bastan para condensar asco, miedo, inquietud y siempre, siempre, sorpresa.
Cien relatos que en los que la vida cotidiana se ve alterada por sucesos extraordinarios, truculentos o terroríficos. En los que la inocencia de los niños esconde una maldad inenarrable (Dulce compañía); una parada en el baño de una gasolinera puede ser el final del camino (W.C.); monjas antropófagas (Dulces de convento) o asesinas (La casa de reposo); venganzas más allá de la muerte (Pabellón de cáncer) o una genial reinterpretación de la resurrección de Lázaro y la traición de Judas (Del Apócrifo Evangelio de San Pedro). La narración comienza de forma aparentemente anodina, pero poco a poco se va deslizando serpenteante como una cobra real, que con las últimas frases se yergue, abre su capuchón y muerde con ferocidad inusitada, inoculando su veneno mortal. Descubrimos que las cosas no parecen ser lo que imaginábamos al comenzar a leer el relato. Que el narrador nos cuenta los hechos desde el otro lado, que está muerto, que el monstruo no lo es, o tal vez sí. Que los ojos aparentemente somnolientos y ojerosos de un madrugador esconden la mirada de un depredador ansioso de carne humana, o quizá ese espectro femenino al que al final es destrozado a golpes es en realidad una pobre mujer que lleva flores a sus deudos.”
No podía faltar una referencia a este gran autor en el harto mítico “Curso de Micro Relatos legendarios de TitiriGuada 2011”, donde en el capítulo “Temas 1”, y con el sugerente título “Día de terror con Iwasaki” pudimos degustar estos tres magníficos aperitivos:
Día de difuntos
Cuando llegué al tanatorio, encontré a mi madre enlutada en las escaleras.
- Pero mamá, tú estás muerta.
- Tú también, mi niño.
Y nos abrazamos, desconsolados.
La casa de reposo
La madre superiora miró hacia el cielo como buscando una señal divina, y en sus ojos desvelados de oraciones reverberó cristalina una lágrima.
- ¿Y dice usted que el viejo profesor se niega a ir a misa, hermana?
- Así es, reverenda. Y maldice y ofende a María Santísima.
- No importa, hermana. Llévelo entonces a dar un paseo por el huerto.
- Si, reverenda.
- Hermana...
- ¿Sí, reverenda?
- Que parezca un accidente.
La Silla eléctrica
Cuando me comunicaron la fecha funesta, se apoderó de mí la angustia de los sentenciados, y desde entonces solo pienso en el dolor, el ruido y la luz. Si el trámite fuera indoloro miraría desafiante a mi verdugo, pero el pánico me paralizará cuando contemple la obscena exhibición de sus instrumentos de tortura. Por eso debo conservar la escasa dignidad que me queda, porque no quiero que los demás condenados se consuelen con mi cobardía. ¿Qué importa lo que ocurra una vez que me siente en la silla maldita? Podré llorar, podré maldecir y hasta cagarme en la silla de los cojones, porque estos matarifes son muy escrupulosos con la limpieza. Pero en el corredor de la muerte no puedo permitirme ser débil, ya que aunque nos miremos distantes de reojo, por dentro todos pensamos en el dolor, el miedo y la luz. Tengo miedo, quiero huir y hago secretos propósitos de enmienda, pero todo es inútil porque dentro de un año estaré de nuevo aquí: en la consulta del dentista.
Lo más terrorífico de los microrrelatos de Iwasaki - decía el texto del ejercicio del Curso Taller- es que son escenas cotidianas en las que asoma algo inesperado y escalofriante. Todo el libro "Ajuar funerario" es una delicia, aunque quizá no sea la palabra más apropiada. Imaginad por ejemplo lo que puede haber debajo de un título como "Peter Pan"...
Peter Pan
Cada vez que hay luna llena yo cierro las ventanas de casa, porque el padre de Mendoza es el hombre lobo y no quiero que se meta en mi cuarto. En verdad no debería asustarme porque el papá de Salazar es Batman y a esas horas tendría que estar vigilando las calles, pero mejor cierro la ventana porque Merino dice que su padre es Joker, y Joker se la tiene jurada al papá de Salazar.
Todos los papás de mis amigos son superhéroes o villanos famosos, menos mi padre que insiste en que él sólo vende seguros y que no me crea esas tonterías. Aunque no son tonterías porque el otro día Gómez me dijo que su papá era Tarzán y me enseñó su cuchillo, todo manchado con sangre de leopardo.
A mí me gustaría que mi padre fuese alguien, pero no hay ningún héroe que use corbata y chaqueta de cuadritos. Si yo fuera hijo de Conan, Skywalker o Spiderman, entonces nadie volvería a pegarme en el recreo. Por eso me puse a pensar quién podría ser mi padre.
Un día se quedó frito leyendo el periódico y lo vi todo flaco y largo sobre el sofá, con sus bigotes de mosquetero y sus manos pálidas, blancas blancas como el mármol de la mesa. Entonces corrí a la cocina y saqué el hacha de cortar la carne. Por la ventana entraban la luz de la luna y los aullidos del papá de Mendoza, pero mi padre ya grita más fuerte y parece un pirata de verdad. Que se cuiden Merino, Salazar y Gómez, porque ahora soy el hijo del Capitán Garfio.
El ejercicio, (¡Elemental, querido Watson!), era escribir un Mini Cuento de terror. En los diez minutos que nos dieron para imaginar y escribir cosas de "miedito", E. M. M., uno de mis "compis" de Taller, tuvo tiempo de "parir" esta obra maestra:
Cosas de Niños
Era una tarde lluviosa, la casa estaba llena de gente. Muchos eran familiares y a otros no los conocía. Ese día, y muy a mi pesar, me habían vestido de traje y corbata, supongo que para no desentonar con el resto de invitados.
No me dejaban pasar a aquella habitación, pero todo el mundo entraba en ella, y salían con lágrimas en los ojos; yo tenía curiosidad. En un momento de silencio total, me fui colando entre la multitud y me metí en la habitación. No había nadie dentro; cerré la puerta. Allí estaba María, mi prima mayor, vestida con su traje de comunión que iba a estrenar en un par de días. La vi allí tumbada, quieta, callada, como si estuviera rezando.
Entonces me acerqué a ella, le puse el almohadón en la cara, e intenté despertarla por segunda vez.
E. M. M.
Curso de Micro Relatos. Primavera 2011.
Biblioteca Pública de Guadalajara, Castilla
Lección “Temas 1” “Día de Terror con Iawasaki”
Un humilde servidor, imaginó una situación entre la realidad y la ficción que tal vez sucediera, o tal vez no...
Humor Negro
El velatorio de mi cuñada podría haber sido como cualquier otro: Pésames, condolencias, corrillos de gente hablando, o familiares que se ponen al día en cotilleos después de tiempo sin verse.
El grupo en el que me encontraba no hubiera desentonado en un bar, ya que se contaban chistes de "humor negro”. Recordé uno muy tonto que en su día me contó la difunta, a la que le encantaban estas chorradas.
- ¿Cómo se dice “Pan” en “negro”? ¡Bimbo!
Mientras los oyentes reían, no pude evitar mirar a la amortajada tras el cristal. Hubiera jurado que durante una minúscula fracción de tiempo, en la que el corazón se me desbocó, una leve sonrisa se había dibujado en su rostro.
Rafael Martínez Sainero
Guadalajara, Castilla, Mayo de 2011
Y después de la sesión del Taller, ya en casa, sin coordinador con cronómetro en la mano, escribí esta otra:
Borrando a Marta
Fue borrando uno a uno todos los correos electrónicos de Marta. Y las cartas de papel, pocas, eso sí. También los regalos acabaron en la bolsa de la basura y las fotos fueron pasto del fuego purificador.
Pero no conseguía borrarla del todo... quedaba el recuerdo... y la propia Marta. Era un callejón sin salida, pleno de dolor y resentimiento. Necesitaba extirparla de su corazón herido, de su mente torturada...
Cuando fue a buscarla a su casa para matarla, ella ya se había tirado por la ventana. La policía no le creyó. Ahora ella no se separa de su lado y le mira fijamente todas las noches desde una esquina de su celda. Hace sogas con jirones de sábanas y las deja a su lado... mientras le espera.
© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2011
Y ya sabéis, si tenéis desasosegantes pesadillas que os hacen despertar en medio de la noche entre sudores fríos, dormid siempre con una libreta y un bolígrafo encima de la mesilla. Apuntadlo todo y con ese magnífico material intentad escribir un segundo "Ajuar Funerario". Estamos deseando leerlo.
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