"Blue Lou" Donald Fagen (Cortesía de Jazzy)
Escribir literatura erótica es muy difícil, y lo es por una sencilla razón: Hay que estar continuamente usando sinónimos, eufemismos y metáforas para describir una y otra vez lo mismo. Reconozcamos que la palabra “pene” es muy “moñas”, y ya ni te cuento “vagina”, y además suenan a folleto de educación sexual. El autor dadá-minimalista Amos McUniling utilizó doce páginas de su obra: “Sucking & Fucking 2, la jodienda” para describir lo que, según él, es la descripción más realista que se ha hecho de un acto sexual. Veamos aquí un sucinto ejemplo:
“William introdujo su enhiesto miembro viril entre los consentidores y separados labios que daban paso a la vaina tierna y caliente de Helen, y luego lo extrajo a medias durante un brevísimo lapsus de tiempo, y lo volvió a meter con irresistible embestida. Inmediatamente volvió a sacarla, como arrepintiéndose de haberla metido, pero casi sin “solución de continuidad” volvió a insertar el instrumento entre la dulce grieta de palpitante y húmeda carne. ¿En qué quedamos? ¿Se aclara este hombre? ¿Dentro o fuera? Y la metió, y la sacó, y la metió, y la sacó, se para, se besan, lengua va, lengua viene. Y continua el baile, y la mete, y la saca, y la mete y la saca… Mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, saca, mete, metesacametesacametesacametesacametesacametesacametesacametesacametesacametesacametesacametesacaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh!!! ¡Vamos, que nos vamos!
Y así durante doce páginas.
Las cosas como son: si no eres tú el que estás en el ajo, el acto sexual tiene fases un tanto monótonas. Pero la dificultad que entraña la descripción de estos actos, y además hacerlo de modo que provoque placer o excitación al lector, no ha impedido a millones de personas a lo largo de la historia escribir literatura erótica. Si disponéis de unos pocos minutos, acompañadme en un rápido recorrido por la historia de este controvertido género, prometemos no poner más ejemplos del dudoso gusto de McCuniling.
Se atribuye a un tal Luciano la escritura del libro erótico más antiguo. Se titulaba “Los diálogos de las cortesanas” y en él aparece por primera vez escrito el término “Lesbianismo”. Un poco más adelante, en el Imperio Romano, ya el tema fue un “Boom”. Aunque casi todos los autores “tocaban el tema” je, je… (Plauto, Marcial, Cátulo, Juvenal, Horacio…) hay que destacar tres obras de literatura erótica por encima de las demás. Estas son: “El Arte de Amar” de Ovidio, “El Satiricón” de Petronio, y “El Asno de Oro” de Apuleyo.
También es antiguo "que te pasas" el ejemplo más famoso de los manuales de sexualidad: El Kamasutra, del que todo el mundo ha oído hablar, pero cuyo autor ni siquiera su madre a la hora de la comida conoce su nombre: Mal-La Naga Vatsiaiana. Pobre, si tenía mal la naga vatsiaiana no me extraña que se dedicara a recopilar posturas raras. ¡Qué dolor!
También de la misteriosa y sobrepoblada India es el Ananga Ranga o “Arranca Rajas” o cómo coños se diga, un manual para impedir la monotonía de la convivencia marital con soluciones al margen de la aspirina para los súbitos dolores de cabeza nocturnos.
Del oriente medio (o miedo, más bien) son las musulmanas “Las Mil y Una Noches”, cuentos muy bonitos, con mucho contenido erótico, pero trufados de un insoportable aura machista y que vienen a contar, de mil y una maneras diferentes, que si la mujer es infiel, debe morir. Y sus amigas también. ¡Por Alá, qué asco me da esta gentuza!
El Medievo alto y bajo vio pocos textos “guarrindongos”, ya que “con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho”, pero algo hubo:
Boccaccio, del que nunca se dice el segundo apellido porque era Ccio y decirlo de corrido daba risas, se atrevió a escribir el “Decamerón”: monjas y frailes desatados correteando por los conventos.
También tenemos los populares “Cuentos de Canterbury” de Geoffrey Chaucer y el “Libro del buen amor” de nuestro Arcipreste de Hita.
El renacimiento y posteriormente el siglo de Oro español vio buenos ejemplos de textos "picantes": “La Celestina”, o “La lozana andaluza”.
En Gabachilandia, durante su revolución, se imprimieron las famosas obras del Marqués de Sade, ilustradas. Sus más conocidas son “Los 120 días de Sodoma” y “Justine”
En 1748 se editaba en Inglaterra “Memoirs of a Woman of Pleasure” de John Cleland, retituladas más tarde como “Fanny Hill”. Fue un escándalo perfecto, ya que retrataba a una mujer, la narradora, disfrutando e incluso deleitándose con actos sexuales sin consecuencias físicas o morales graves. El texto es apenas explícito, pues Cleland escribió el libro entero usando eufemismos para los actos sexuales y las partes del cuerpo, usando hasta 50 diferentes sólo para aludir al pene. “Pilila” no estaba entre ellos, ya os lo digo yo.
Por aquellos convulsos días se sucedieron varios terremotos de escasa graduación, que el arzobispo de Londres no dudó en atribuir a Cleland, quien con su obra había ofendido al Señor. El escritor fue arrestado y encarcelado unos días, pero la obra siguió publicándose y es uno de los libros más reimpresos en inglés. Sin embargo, no fue legal poseer una copia en los Estados Unidos hasta 1964 y en el Reino Unido hasta 1970. ¡Puritanos de mierda! ¡Qué asco me da esta gentuza!
Este libro era uno de los que mi padre compró en El Rastro, una edición mejicana, “No expurgada” de 1963, por supuesto prohibidísima en España por la censura franquista de la época (franquista). He de reconocer que tiene pasajes muy calientes y está escrito con mucho oficio.
Maravilloso libro, lleno de situaciones de "sado" suave. A la derecha, dibujo de Fanny, la criada de Alice, la arisca Fanny es, con diferencia, mi personaje de ficción preferido. |
En esa misma remesa trajo mi papi un curioso libro “El Hombre y la Doncella” (Editores americanos, S. A. México), una obra anónima, ambientada en el Londres de la reina Victoria. Es una autentica joya. Sin duda, mi libro erótico preferido. Narra las andanzas de un caballero llamado Jack que ha sido rechazado por una dama llamada Alice, y que jura que “su voluptuoso cuerpo lo ha de recompensar por el desengaño sufrido”. Después de establecer su residencia en “El Albergue”, antigua clínica para enajenados mentales, insonorizada y con infinidad de artilugios para reducir a los “majaras”, convence a su antigua novia para que le visite en su nuevo domicilio. Es una obra amable y amoral, divertida, que juguetea con un ambiente de sadomasoquismo light de lo más sugerente. Y es tremendamente excitante. Como muy bien dice su reseña: “Un auténtico esplendor orgiástico.”
Y ya, sin más, nos vamos al siglo XX, donde el género sufre una apoteosis sin precedentes. Comenzamos con Félix Salten y su “Josephine Mutzenbacher”, considerado como un clásico de la pornografía. En la novela, una cincuentona meretriz vienesa rememora sus andanzas sexuales de los cinco a los doce años. No falta de ná: prostitución infantil, incesto, homosexualidad, violaciones, orgías...
Después de esto, Salten escribió el clásico infantil “Bambi”, lo que prueba que era un enfermo mental de cojones. Y de cerebro también.
No podemos obviar en este sucinto repaso histórico a la literatura erótica a D.H. Lawrence, autor de uno de los libros más polémicos de la primera mitad del siglo XX, “El amante de Lady Chatterley” (1928), que es un tostón que narra el adulterio de una mujer con su jardinero durante la ausencia de su marido, destinado en la Primera Guerra Mundial. Menos mal que esta historia no es de “Las Mil y Una Noches”
Otro autor controvertido de inicios de siglo es Henry Miller, con sus obras “Trópico de Cáncer” (1934) y “Trópico de Capricornio” (1938), prohibidas en múltiples países, pero sobre todo en Afganistán. Muy original con los títulos no era, no ("Trópical Spanish”, “A tropicones”…)
Más clásicos, casi contemporáneos: Nabokov y su genial “Lolita”; Emmanuelle Arsan, autor de “Emmanuelle”, y Dominique Aury, autora de “Historia de O”.
Para finalizar, mención aparte a la genial broma literaria “Las Once Mil Vergas o los amores de un hospodar” (1907) de Gillaume Apollinaire, una escandalosa burrada llena de pederastia, safismo, sadomasoquismo, necrofilia y necrofagia mezcladas de modo armonioso, erudito y a veces, hasta poético.
Para finalizar, mención aparte a la genial broma literaria “Las Once Mil Vergas o los amores de un hospodar” (1907) de Gillaume Apollinaire, una escandalosa burrada llena de pederastia, safismo, sadomasoquismo, necrofilia y necrofagia mezcladas de modo armonioso, erudito y a veces, hasta poético.
Dos fastuosas novelas porno del siglo XX son también “Adiós Muñeca” y “Detective Pribado” humildes obras de un servidor, de las que ya hablamos en su momento en http://elpiratafanzine.blogspot.com.es/2012/06/algo-huele-podrido-en-la-linea-5.html
La Sonrisa vertical
Hace ya muchos años, en gloriosas épocas de mayor bonanza económica, cuando llegaba el último día de la primavera, solía entrar en “El Corte Inglés” de Goya y compraba indefectiblemente tres cosas: un frasco de perfume Loewe, una prenda de lencería fina y un libro de la colección “La Sonrisa Vertical” de Editorial Tusquets. Una vez envuelto todo para regalo, acudía al encuentro de mi chica y se lo regalaba.
El perfume se evapora, la lencería viste de lujo momentos puntuales que se pierden en el tiempo, pero lo que seguro que queda, ya sea en una estantería o en la memoria, es la estupenda colección de Narrativa Erótica que, año tras año, cumple tras cumple, mi chica fue atesorando.
La colección de “La Sonrisa Vertical” ya no edita nuevos títulos y el famoso concurso literario del mismo nombre pasó a la historia, pero quedaron para siempre unas cuantos obras que merecen, y mucho, la pena. He aquí unos pocos ejemplos: “Memorias de una princesa rusa” (Anónimo); "Diálogos de Cortesanas y Manual de Urbanidad para jovencitas” (Pierre Louÿs); “Mater Amantísima” (José Jara); “Nueve Semanas y Media” (Liz McNeil); “Las amistades peligrosas” de Pierre Chordelos de Laclos… Algunos con títulos inspiradísimos, como “El bajel de las vaginas voraginosas” de Josep Bas; “Las aventuras de don Juan Lapolla Tiesa”, etc.
Especialmente recomendables son “Las tres hijas de su madre”, de Pierre Louÿs, “Las edades de Lulú” de Almudena Grandes y el anónimo “Cruel Zelanda”.
La primera narra las andanzas de un individuo al que le toca la lotería en lo referente a sexo, al conocer a sus apasionadas vecinitas, una madre de armas tomar y de sus tres hijas, a cual más viciosa.
La segunda es ya un clásico de la literatura, Ópera Prima de Almudena Grandes y IX Premio “La Sonrisa Vertical”. Nos cuenta la enfermiza relación de Lulú, una adolescente calenturienta y Pablo, un amigo “rarito” de la familia, a lo largo de varias décadas, en las que la cosa cada vez se va poniendo más chunga. Indispensable.
Magistrales las imágenes que Eva Ionesco tomó de su hija Irina. Una de esas fotos fue portada en la edición del IX Premio "La Sonrisa vertival" |
Por último, la genial “Cruel Zelanda”, la historia de la puritana esposa de un oficial británico cuyo barco naufraga. Unos amables nativos de fogosas y libidinosas costumbres la rescatan… y algo más. Pero que mucho más.
Espero que os hayan gustado estas recomendaciones sobre literatura subidita de tono. Acabemos con las sabias palabras del director de esta famosa colección:
«Queremos dar aire que respirar, porque el deseo es salud, y sobre todo queremos recuperar el culto a la erección, al hedonismo, a las fértiles cosechas que una buena y gozosa literatura puede ofrecernos. Y, a través de nuestros libros, a través de nuestra y vuestra sonrisa vertical, constatar que el escribir sobre lo biológicamente apetecible es algo inmanente a todos los tiempos, a todas las geografías, a todas las personas»
Luis G. Berlanga
El legendario número 1 del fanzine de Ciencia Ficción “El jarabe Pulmonar” (1979) contenía mi primer relato publicado. En el editorial de ese mítico número se califica la narración como “pornográfica” pero tampoco es para tanto. Se tituló originariamente “¿Por qué, Dios mío, por qué” y lo reescribí en los ochenta para la recopilación de narrativa breve “Los cuentos chapuceros de Sir James McShandunger” con el título de:
La Fuerza del Deseo
Su puerta estaba abierta. Yo sabía que Sonia estaba dentro, pero no me atrevía a cruzar el umbral. Si, sabe muy bien que estoy loco de deseo por ella. Me provoca continuamente y eso le divierte. ¡Cuántas veces se desnudó lentamente en su terraza, consciente de que yo la miraba desde la mía! ¡Cuántas veces recordé en la soledad de mi dormitorio su blusa resbalando por su blanca piel, sus hermosos pechos entre las manos, los pezones endureciéndose entre sus dedos!
Ahora vuelve a empezar. Se pasa la mano por el vientre, suavemente… ¡Lo hace para provocarme! ¡Lo sé! Igual que cuando se baja sus escuetas braguitas de encaje con parsimonia exasperante y se acaricia los preciosos labios de su húmedo sexo.
Nunca nos hemos dirigido ni una sola palabra, pero los dos sentimos una enfermiza atracción mutua desde el primer momento en que nuestras miradas se cruzaron… ¿Cuántas veces habríamos sincronizado nuestro solitario placer, pensándonos mutuamente en la oscuridad de la noche? ¿Cuánto tiempo prolongaríamos esta tortura?
Pero ya no aguanto más, hoy entraré en su casa y por fin lo haré. ¡No, no! ¿Qué estoy diciendo? ¡Suena el timbre! ¡Es ella! ¿Por qué no has seguido jugando tan solo, amor mío? ¡No sabes lo que haces! ¿Por qué has cedido a la tentación? Pero… ¿Qué etraña fuerza me empuja a abrir la puerta? ¡Dios mío! Bajo su abrigo solo lleva puesto un camisón transparente. Me abraza, me está abrazando. Nuestra sangre hierve en las venas… En las mías, literalmente… Ya no puedo pensar en nada, solo consigo dejarme llevar. Tan solo sentir como sus labios se unen a los míos, como mis manos recorren su cuerpo ardiente. La deseo cuando me desnuda, cuando entro dentro de ella y oigo sus suspiros de placer. El dulce vaivén comienza, mis sentidos se nublan de puro deleite… ¡No! ¡Ahora recuerdo quien soy! No debo eyacular… ¡Ahora no! ¡¡Nooo!! ¡Demasiado tarde! Un espasmo me recorre el cuerpo y no puedo evitar que mi fluido seminal se desborde en cálidas oleadas en su interior. Un estremecimiento recorre su cuerpo y le tapo la boca para ahogar el agudo chillido que profiere. Su cuerpo convulsiona agónicamente cuando comienza el fallo multiorgánico. La piel se hincha, se llena de cientos de globos llenos de pus que estallan uno detrás de otro. Los ojos saltan de las órbitas y caen rodando por la alfombra cuando su cabeza se arruga y se contrae hasta quedar reducida al tamaño de una manzana reseca. Los chorros de sangre saliendo a presión por todos sus poros anuncian la inminente eclosión. Me aparto de aquella masa temblorosa con lágrimas en los ojos y el cuerpo embadurnado de vísceras y tejidos. La violenta explosión deja su cuerpo reducido a pequeñísimos trozos de carne incrustados en la pared o resbalando por la pantalla del televisor. En un gesto inútil, provocado por la deformación profesional, le tomo el pulso a un resto de su muñeca, que yace a mis pies… ¡Ha muerto!
Siempre es lo mismo… ¡Mierda! He vuelto a matar a otra persona. Ya van quince desde que comencé esta absurda misión de reconocimiento en este planeta… ¡¡Mi maldito semen venenoso para los humanos!! Maldigo el día en que el destino me puso la pierna encima para que no levantara cabeza… El horrible momento en que la fuerza del deseo convierte a un simple científico en un asesino… ¡Dios mío! ¿Por qué?
Rafael Martínez Sainero
Hay cosas, que mejor hacerlas uno mismo: Genial post, magníficas imágenes, buen relato... . ¡Ánimo, Pirata! Sigue asina
ResponderEliminarBesos, abrazos, comidas de polla...
El Rafi