viernes, 17 de enero de 2014

264.- LAS MEMORIAS DEL PIRATA: Experiencias paraanormales al borde del Entresuelo



Ahora que mi equipo médico habitual me comienza a avisar de las inconveniencias de la buena vida, y de paso, me pronostica sin compasión que es más que probable que no vea los albores del siglo XXII, es hora de recapitular y empezar a escribir mis memorias.
¿Hola? ¿Hay alguien ahí?.. ¡Juraría que antes de decir lo de las memorias había mucha más gente al otro lado del papel! Bueno, a lo que íbamos. Si, si... "lo que son" mis memorias, lo que lees, lo que oyes... al menos "pondré en valor" y pasaré a limpio lo que los efectos de los porros hayan dejado sano y no distorsionado por una imaginación desmesurada y una percepción de la realidad un tanto limitada, por no decir sesgada. 
De momento comenzaré con lo más espectacular: Las experiencias paraanormales que he tenido en mi vida. Bueno, para ser más fieles a la verdad, LA experiencia.

LA EXPERIENCIA PROPIAMENTE DICHA

Trabajaba un servidor por aquellos entonces (años 90 del siglo XX) en una pequeña agencia de comunicación publicitaria sita en el Paseo de la Castellana de Madrid. Quiso el azar que en el mismo edificio donde se encontraba la agencia, tuviera sus oficinas un afamado vidente llamado Rappel, que era el futurólogo de cabecera de la jet set marbellí. El popular astrólogo y parapsicólogo, experto en Alquimias variopintas, Numerología, Interpretación de los Sueños, Quiromancia, Cartomancia de Numancia, ect., había hecho predicciones a la mismísima duquesa de Alba, o a las tonadilleras Rocío Jurado y Lola Flores, ni más ni menos. ¡Ahí es ná!

Muchas mañanas, los compañeros de trabajo y éste que les habla coincidíamos con tan prestigioso medium en el hall del edificio mientras esperábamos el ascensor. Solía ir vestido de persona normal, cosa esta harto peregrina, ya que estábamos acostumbrados a verle en televisión ataviado con unas vaporosas túnicas de colores chillones, decenas de collares y cadenas a lo "Mister T", y unas enormes gafas de pasta rosa.

Nunca olvidaré nuestro primer encuentro... entramos todos en el ascensor y nos quedamos mirándole en silencio, expectantes, con una ligera sonrisa y un leve hálito de esperanza en nuestras almas. El gran Rappel se situó al lado del panel de control. Cuando se cerraron las puertas, llevó su profusamente anillado dedo hacia la botonera, y antes de pulsar ningún botón, preguntó:
- ¿A qué piso van?
Ilusos de nosotros, aguardamos varios segundos con la sonrisa de bobos aferrada a nuestro rostro, esperando una prodigiosa exhibición de poderes místicos de adivinación. Nos encogimos de hombros antes de contestar un decepcionado:
- "Al sexto, por favor".

Rafael Martínez Sainero, Pirata 2014
Dedicado a mis queridos colegas: Fernando, Ángel y Manuel.

1 comentario:

  1. Nos escribe un antiguo inquilino del inmueble, que por aquellos días también coincidió con Rappel en el ascensor:
    - ¡Y no solo no adivinaba a qué pisos ibas, sino que no se acordaba de un día pá otro! ¡Lamentable futurólogo de pacotilla!

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